lunes, 19 de abril de 2010

EL PROFETA EVANGELISTA


En el “Profetismo de Israel” el mayor y más importante por su volumen de escritos y por sus vaticinios fue el profeta nacido en Jerusalén en el año 760 a. De C. Y llamado Isaías.
El gran conocedor y estudioso de las Sagradas Escrituras San Jerónimo dice: “...más que un profeta parece un evangelista” por los exactos detalles, los claros relatos y oráculos con 8 siglos de anterioridad como si fuese un testigo ocular como los apóstoles.
Los auténticos milagros como las verdaderas profecías son como un don y un regalo del poder y de la mano amorosa de Dios- Dígitus Dei-.
Algunos exégeas al analizar al profeta Isaías defienden la hipótesis de tres cuerpos y autores en distintas épocas, por los datos y diferencias hablan del “Primer Isaías” “Segundo Isaías” y “Tercer Isaías”. El primero viviría antes de los exilios, el segundo estaría en los exilios y el tercero participaría del éxodo o liberación de la cautividad.
Al principio cuenta el profeta su vocación e indignidad al ser llamado por Dios para hablar a su pueblo.
Pregona que Dios castigará a su pueblo por los pecados, ingratitudes, obcecación e incredulidad y se servirá de las naciones vecinas paganas: destrucción, invasión y cautividad y finalmente un “resto de Israel” será salvo.
Isaías recurre a una parábola –Parábola de la viña- para expresar los motivos de queja de Dios contra su pueblo infiel. Pueblo-Viña que Dios a plantado y cuidado con esmero y nunca halla fruto cuando va a buscarlo.
En sus famosos oráculos leemos: el cumplimiento de la “Promesa real y dinástica y Davídica” en el Mesías, el ungido, el Rey Eterno y Universal, que narra de una Virgen, habla del precursor, el anhelo y deseo de su venida.
Llama al pueblo a la “Metanoia”, conversión y penitencia, ayuno y piedad auténtica que lleva consigo el amor al prójimo.
Finalmente en los poemas del “Siervo de Jahvé” nos retrata al Cristo y Mesías como un hombre afable y manso, siervo obediente, sufriente, muerto y resucitado. Constataran los apóstoles: “....como dicen las escrituras”.
Ofrece a un Cristo como un hombre despreciado, desecho de los hombres, castigado y humillado, cargando con los pecados y dolores de los hombres sin decir palabra como un cordero que es llevado al matadero, como oveja que calla ante sus esquiladores, así El no abre la boca.
Cristo –el siervo profeta- que dirá en la sinagoga de los judíos al terminar de leer un pasaje de Isaías: “Hoy se cumple esta página de la Escritura: He venido para evangelizar a los humildes, vendar los corazones rotos, consolar a los afligidos, librar a los cautivos y encarcelados y alegrar a los que lloran”.
Manuel Latorre de Lafuente

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