jueves, 26 de mayo de 2011

SAN POLICARPO DE ESMIRNA

 

Aunque, generalmente, lo que significan los nombres no definen ni se corresponden con lo que es la persona, en este caso “Policarpo” le va bien a este santo y mártir, por su labor pastoral muy fecunda y llena de frutos.
“Policarpo” es un vocablo griego derivado de “Polis” – que significa “muchos” –  y de “Karpos”  – que significa  “fruto” - . El nombre significa, pues, “mucho y abundante fruto”.
Fue obispo de Esmirna – Asia Menor -, conoció a los Apóstoles, fue amigo de San Ireneo de Lyon y trató con San Juan, que le consagró como obispo de Esmirna. Acogió con gran afecto y cuidado a San Ignacio de Antioquía en su viaje al martirio de Roma, recibió personalmente una de las siete cartas de San Ignacio y también conservamos una carta de San Policarpo a los Filipenses, en la que exhorta a los fieles de Filipos a la unidad, dándoles consejos pastorales : a los presbíteros, diáconos, vírgenes, casadas y viudas. No menciona en la carta al obispo, porque en aquellos momentos no tenían al frente al Pastor.
Desplegó gran actividad contra las herejías y diversas sectas gnósticas. Cuando estalló la persecución, se escondió en una casa de campo y, descubierto por la traición de un esclavo, fue condenado a la hoguera. Murió en el año 155 a los 86 años de edad.
La comunidad cristiana de Esmirna, después de su martirio, escribió una carta a los fieles de Filomelium en la Frigia, que es conocida como el relato del “Martyrium Policarpi”, donde testigos oculares describen su martirio.
Cuando llegaron los perseguidores a prenderlo, el anciano Policarpo se puso a hablar con ellos cariñosamente y les invitó a comer y beber todo lo que les apeteciera. Luego lo llevaron y lo sometieron a toda clase de torturas y amenazas para que jurara en nombre del César y apostatara de Cristo, a lo que contestó con firmeza y valentía : “Llevo 86 años sirviendo a Cristo y nunca me ha fallado, y ahora, por un poco de tiempo más, no le voy a fallar yo...”.
Cuando querían clavarlo a un madero para luego quemarlo, les dijo con serenidad: “Que ahorrasen sujetarlo al madero con los clavos, pues no iba a escapar – por su avanzada edad – y, además, “no me van a sujetar más los clavos que el amor a Cristo ... “ . No lo clavaron.
Lo metieron en una hoguera muy activada y con gran llamarada, y Policarpo paseaba por en medio de ella protegido por una especie de bóveda. Entonces, el procónsul y la chusma enfurecida de rabia y a gritos, dieron orden de que se adelantaran unos sicarios, que le atravesaron el corazón con un puñal, y fue tal la cantidad de sangre derramada, que se apagó la hoguera...

Manuel Latorre de Lafuente

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