La doxología de los vocablos griegos “doxa”, honor, gloria, alabanza
y del conocido “logos”, estudio, tratado, es un resumen o tratado de las
alabanzas, glorias o aplausos.
El único fruto que recoge Dios de la creación es el amor del hombre,
el afecto del corazón de la criatura. El corazón es la parte más delicada
y apreciable del hombre, la que Dios ha reservado para sí. También
nosotros nada apreciamos tanto como el afecto del corazón. Por tanto el
fin del hombre en la tierra es amar a Dios, esta es la respuesta doxológica
o la cumbre y la cima y el resumen de todos los preceptos y leyes. En
una máquina o en un órgano cualquiera, una cosa son los medios y
otra el fin, es decir, aquello que con dicha máquina se quiere obtener.
En la macrocósmica máquina del mundo todo es medio para el gran
fin de amar a Dios; todos los seres de la naturaleza, la sociedad, los
reinos, las profesiones, las riquezas, las ciencias, los acontecimientos, la
historia entera deben ser ordenados a este fin. Toda la creación tributa
puntualmente el aplauso a su Creador, solo el hombre corre el riesgo de
negarle y robarle a Dios el servicio, el honor, la gloria, el aplauso.
Todas las criaturas son prestadas al hombre, pero terminada la
construcción del edificio se quita el andamiaje, acabado el bordado
se arrincona el telar; así terminada la jornada laboriosa de la vida del
hombre se le quitarán todas las criaturas, pues se ha terminado el teatro
y la representación, se cierra el escenario y se baja el telón. Dios sopesa
y examina la obra ejecutada por cada uno según la cantidad y calidad
de-quilates doxológicos.
La sublimidad de lo creado, incluso de la materia bruta alcanza su
culmen y fin en el hombre, el único ser que le puede impregnar de
amor.
Se puede, sin embargo, amar también mucho y mejor a las personas
y objetos, con tal que este amor esté subordinado al amor de Dios, quién
no rebaja su marca de salto y de exigencias, ya que nuestro Dios es un
Dios celoso. También el amor humano es un medio respecto del amor
de Dios y quien quisiere preferir el amor de las criaturas al amor de Dios
tendría en contra el plan y el querer de Dios.
Yo, como algunos otros me pregunto, pero el fin de la vida humana
no es el placer? no es la gloria? no son las riquezas? no es la salud? no es
el dinero? no es la ciencia? La respuesta es clara, simple y aséptica, es un
NO MAYÚSCULO. El ser el fin del hombre amar y servir a Dios está en
la misma línea de que el sol calienta, la lluvia cae, los peces para nadar, las
aves para volar, en la misma linea de que el leño al arder se consume, el
martillo al caer sobre un cuerpo blando lo aplasta, el fármaco al ingerirlo
nos envenena etc. etc. En resumen el que Dios quiera al hombre y el que
el hombre responda con amor a Dios —amor con amor se paga— no es
algo opinable o que pueda someterse a votación, sino que es algo insito y
grabado en el corazón del hombre y sigue la inercia de la naturaleza. Así
lo plagia San Agustin en su inmortal axioma: “Señor, nos has hecho para
Tí e inquieto anda nuestro corazón mientras no descansa en Ti…”
Para terminar podriamos dejar escrito un principio y programa
para la actuación y desenvolvimiento de la vida del hombre siempre
acorde con el plan de la creación y el querer de Dios que sería este:
Siempre y en todas las cosas primero Dios, después los demás y por
último yo. Y nunca este otro radical y diametralmente opuesto: Primero
yo, después yo y por último yo.
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