lunes, 22 de agosto de 2011

EDUCACION DE LOS HIJOS


Rara será la familia, por cristiana que sea y por elevada que sea su
educación, en la que la crisis de la adolescencia no haya provocado algún
conflicto entre los padres y los hijos. Los padres deben tener paciencia,
calma y serenidad con las “majaderías” de sus hijos adolescentes.

La educación de los hijos es una de las carreras, asignaturas, artes o
trabajos más difíciles con los que se encuentran los hombres. Al intentar
dar unas cuantas pinceladas superficiales dentro de la seriedad,
profundidad y amplitud de la educación, solo recojo algunos principios
básicos, fundamentales e indiscutibles.

Jamás se puede permitir una desobediencia. Esto exige a los
padres antes de dar una orden, pensarlo bien. Es malo dar muchas
órdenes y sobre todo contradictorias. El padre y la madre deben
estar siempre de acuerdo en cuanto a las órdenes y castigos, nunca
deben contradecirse. Las órdenes deben ser claras y no difíciles.
Dada la orden debe ejecutarse por encima de todo. Si el niño con sus
llantos y gritos logra hacer su voluntad siempre usará esta estrategia
de nuevo. El niño debe saber que hay ocasiones en las que son inútiles e
ineficaces los llantos y los gritos.

Un niño mimado es un niño perdido. Mimar no es darle y
permitirle todo que nunca será demasiado. Niño mimado es aquel a
quién nunca se le ha exigido, a quién no se le ha enseñado a devolver en
proporción a lo recibido.

 
Educar es ayudarle por todos los medios a obedecer, ayudarle a
superarse, enseñarle a amar, enseñarle a rezar, enseñarle a querer
lo que no quiere, lo que no ama y lo que no le gusta. Todo esto,
aunque parezca duro, le servirá para hacerlo un “vir”, un hombre,
un varón fuerte. Si no entendemos esto seguro que conseguiremos
hacer de nuestros niños un montón de pastelería e inutilidad.
Así se van enderezando, moldeando y humanizando. Los
niños no sienten placer ni alegria en las cosas que consiguen sin esfuerzo.
En todos los terrenos de la vida hay que pagar con creces la subida, la
alegría y la felicidad de contemplar un hermoso panorama.

Finalmente en el capítulo de la sexualidad es necesario que los padres
les hablen sin rodeos, sin regateos, sin morbosidad y sin sobrepasarse. Las
cosas como son —la verdad en la realidad— sin evasivas, ni cigüeñas ni
otras tonterías, de una manera clara, sana, correcta, digna y adecuada.

Los niños no pueden ir a la calle con esta asignatura pendiente para
aprender de los falsos compañeros y pasantes —generalmente los más
golfos— ¡Que clase de información chabacana recibirán tus hijos en esa
escuela! Deben salir del hogar familiar respondiendo con este título
y diploma “Todo eso ya lo sé porque me lo han explicado mi madre y mi
padre. Dejarán así a sus padres orgullosos de sus cátedras después de haberles
preparado bien”.

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