La historia de la salvación de la humanidad se divide en dos grandes
etapas o economías: una la ley antigua y otra la ley nueva.
En la ley antigua Dios impuso al hombre una Ley o Torá que era
una norma reguladora de la vida, para su adiestramiento y guia. Dice
un antiguo libro de leyes llamado Deuteronomio: “Responderás a tu
hijo: estas son las normas, mandatos y decretos que nos mandó el Señor
Nuestro Dios… para que siguiéramos con vida…”
En la etapa nueva Cristo reinvindica para sí y sus discípulos plena
libertad incluso frente a la ley. El principio y fundamento de la ley
nueva es el amor, que va más allá de la letra de la ley, de cualquier
casuística y de la vana e hipócrita observancia exterior. La doctrina
de Cristo penetra hasta la raiz, el corazón y el espíritu de la ley. No
deroga la ley antigua, sino que da cumplimiento hasta la última coma
o tilde. Cumplir quiere decir “observar” “llevarla a la perfección” “hasta
la raiz” “adherirse interiormente”. Nos advierte la Escritura: “Misericordia
quiero y no holocaustos…” “Circuncidad vuestros corazones…”. Exige
una justicia superior: “Si vuestra justicia no sobrepasa la de los letrados
y fariseos no entrareis en el Reino de los Cielos…”.
La ley nueva completa y perfecciona la ley antigua. La ley nueva
suena así: “Pero Yo os digo…”. Habeis oido que dijo a los antiguos
“no matarás”, pero Yo os digo: Todo el que está peleado con su
hermano será procesado. Se puede matar también al hermano o al
prójimo con la cólera, la ira, la envidia, el odio, el desprecio. Habeis
oido el mandamiento: No cometerás adulterio, pero Yo os digo: el que
mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en
su interior. La ley nueva o evangélica no se limita a juzgar los actos
puramente externos, penetra en nuestro interior incluso en nuestros
deseos, pensamientos e intenciones.
Habeis oido que se dijo: amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu
enemigo, pero Yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que
os persiguen. El amar al prójimo y odiar al enemigo estaba incluido en
la ley de Talión. Sin embargo la ley nueva del amor excluye cualquier
forma de venganza y de violencia. Todo hombre, aún el peor, es hijo de
Dios y amado por El, por eso, también tú debes amarlo. No se puede
responder a la violencia con violencia, sino vencer la violencia con el
amor, el diálogo, el acuerdo, el convencimiento.
Esta ley nueva y definitiva llega así al corazón mismo de la ley que es
la justicia, la misericordia y la fidelidad, superando toda la rigidez,
frialdad y exterioridad de la ley.
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