A grandes trazos y pinceladas la vida cristiana consta de dos
carriles: uno es Dios que siempre está queriendo, siempre marcha,
siempre ayuda y nunca falla y el otro carril cada uno de nosotros que
siempre estamos desmontándonos y descarrilando.
Por lo tanto no será vida cristiana cuando no se cuenta con el carril-
Dios, sus preceptos, su ayuda y su gracia y nosotros siempre fuera del
carril y desmontados.
Es posible que haya otras vias y caminos, Dios es misericordioso y
omnipotente. Pero es muy arriesgado, muy difícil y como “una avis
rara” el poder salvarse de otra manera cuando Dios señaló el camino y
modo que El quiere.
La señal, el querer de Dios —el evangelio— es como el armazón
que une y ata los dos carriles.
Nunca al azar, ni por libre ni a ciegas, ni con improvisación se logran
cosas grandes e importantes y menos la vida eterna y la salvación.
La sensatez nos dice que tenemos que admitir los principios y las
consecuencias. Los principios, las verdades cristianas, los dos carriles,
las normas, los preceptos nos garantizan como consecuencia lógica el
premio de la vida eterna.
Para vivir o ir tirando vale cualquier forma de vida o de religión, pero
para morir en serio la mejor y la más segura es la religión cristiana.
Otro trazo distintivo y claro de la vida cristiana es: el desprendimiento
de las cosas del mundo y la unión y confianza en Dios.
A todos nos son familiares estos axiomas o máximas cristianas: “No
ameis al mundo ni las cosas que hay en él” “Si alguno ama al mundo no está
en él el amor de Dios” “No se puede servir a dos señores” “Si perseguimos a
dos liebres nos quedaremos sin ninguna” “Vosotros no sois el mundo. Yo os
he separado de el por la llamada, por la vocación y por la elección” “Amarás
al Señor —tu Dios— con todo el corazón, con toda el alma y con todo tu
ser” “Todo lo que hay en el mundo es concupiscencia o codicia de la carne,
curiosidad de los ojos y soberbia de la vida”.
Si no queremos perdernos tenemos que luchar y defendernos contra
toda esa oferta y adquirir la unión con Dios por el carril de la fe, la
esperanza y el amor.
Nunca fué lo mismo ir hacia el norte que hacia el sur. Tan solo el que
sigue este carril y cuida las señales va por camino bueno, seguro y
cierto y al final llegará a la meta: el premio de la vida eterna.
Recuerda el sabio pensamiento latino: “Talis vita, finis ita…” Tal
vida, tal final.
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