jueves, 26 de mayo de 2011

CARTA DE SAN CLEMENTE


Fuera de los escritos bíblicos, una de las más antiguas obras de la literatura cristiana es una carta de San Clemente a los Corintios. La tradición es unánime en atribuir la “Primera Carta a los Corintios” a San Clemente, que fue el tercer Papa – Lino, Cleto y Clemente – y fue escrita sobre el año 96.
Discuten los estudiosos sobre la autenticidad de otra carta atribuida a San Clemente, conocida como la “Secunda Clementis”, porque parece ser escrita sobre el año 120 y, según consta en las actas del “Martyrium Clementis”, éste murió mártir cerca del Mar Negro entre los años 99 y 101.
Poco antes de su martirio escribió la “Primera Carta a los Corintios”. El motivo de la misiva fue una disputa surgida entre los fieles de la comunidad cristiana de Corinto, en la que se llegó a deponer a varios presbíteros. Ya San Pablo había apagado algunos fuegos e intentos levantiscos de escisión y división cuando nacieron aquellos bandos de Pablo, de Cefas o Apolo.
San Clemente pretende llamar a la paz y a la armonía a los Corintios, les exhorta a la penitencia y al arrepentimiento por rebelarse contra la legítima autoridad, fundada en la tradición apostólica y querida por Jesús.
Ante esta rebeldía y otros desórdenes existentes en la comunidad, S. Clemente -consciente de la responsabilidad de la Iglesia– reprende con ternura y al mismo tiempo con energía, y también disculpándose por no haber intervenido antes con la prontitud debida a causa de las repentinas y sucesivas desgracias y persecuciones que había sufrido la Iglesia de Roma en los últimos años del Emperador Domiciano.
La Carta consta de 65 capítulos. Defiende el orden jerárquico y litúrgico recibido de los Apóstoles y querido por Dios. Llama a los rebeldes para que repongan a los Presbíteros según tenía designado la autoridad de la Iglesia y exhorta y anima a los fieles a la penitencia, humildad, unidad y armonía, poniéndoles como ejemplo el orden del cosmos, de la estructura de la sociedad y del cuerpo humano.
Termina la Carta con una oración, un breve resumen del contenido, una recomendación y un saludo final.
Se puede leer esta intervención por parte de la Iglesia de Roma como un testimonio antiquísimo de la primacía de Roma como cabeza de la Iglesia universal. Recordamos algunas líneas de la Carta:
“Aprended de los que militan bajo órdenes de jefes de la tierra, qué disciplina, qué docilidad, qué obediencia en su cumplimiento.”
“Aprended a someteros, deponiendo la arrogancia jactanciosa y altanera, pues más vale, siendo pequeños, ser acogidos dentro del rebaño de Cristo, que por soberbios ser excluidos.”

Manuel Latorre de Lafuente

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