A lo largo de la historia de la Iglesia ha habido muchos Concilios
que convocados por el Espíritu Santo forman parte de la misión,
gobierno y magisterio de la misma Iglesia.
Desde fuera y con una visión externa y global hablan los
historiadores de un esquema y proceso que ofrecen todos los
Concilios.
Los enmarcan dentro de tres etapas. En el momento de la
convocatoria o anuncio de un Concilio —como un despertar y alarma
a través de los siglos— el diablo tiembla y patalea porque le van a
cortar un poco las alas y a sacudir el polvo. A este período le llaman la
etapa del diablo porque este ha responder al ataque..
Una segunda etapa de reunión propiamente conciliar, de trabajo,
de exámen, de discusiones, temas conciliares suelen clasificarla como
la etapa de los hombres.
La tercera etapa de resultados, de ejecución de la doctrina, de praxis
y de vida es la etapa de los frutos y del Espíritu Santo.
No dejan de ser consideraciones y elucubraciones del ojo del
historiador porque en realidad todas las etapas antes, ahora y después
son momentos del diablo y de la fuerza, la luz y el amor del Espíritu
Santo.
Lo cierto es que a nosotros nos ha tocado vivir en la etapa postconciliar
del Vaticano II y da la impresión que hemos enterrado y archivado los
preciosos y ricos documentos conciliares: Constituciones, Decreto y
Declaraciones.
Será necesario e imprescindible para una nueva evangelización
desempolvar los textos, leer los originales, estudiar y meditar la
letra de los textos y en el momento obscuro y difícil de la exégesis o
interpretación de los mismos recurrir a la autoridad y luz del magisterio
de la Iglesia. ¡Cuantas interpretaciones variopintas y pintorescas a la
sombra del Concilio, cuantas ligerezas y desvios! Del árbol caido todo
el mundo hace leña… a mar revuelta ganancia de…
Han desaparecido aquellos frescos documentos, ediciones,
ejemplares y volúmenes llenos de vida y de luz —aggiornamento y
renovación— del querer, del amor y de la sabiduría del Espíritu Santo.
Los mejores y mas bonitos originales del siglo XX.
Paradoja. Convocado el Concilio para buscar “Klarheit” es decir,
claridad y luz para los problemas de la humanidad la ha sumido en más
confusión, desconcierto y obscuridad —Unklarheit—
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