Humanismo es un sistema filosófico que hace girar todo en torno al
“ombligo del hombre”. Nunca puede ser el hombre el eje, el centro y
humanismo.
Todo ha de girar naturalmente en torno a Dios y por supuesto en torno al hombre sin exclusivismo. Jamás Dios excluye al hombe. Un humanismo aséptico excluye siempre y hace al hombre
principio y fin —poniéndolo como centro del universo—. El hombre es la medida y patrón de todo. Se convierte enlegislador y juez de sus acciones y margina al Creador. Como siempre un
humanismo inmanente termina por reducir, empobrecer y socavar la
dignidad del hombre.
Un falso humanismo envuelve al hombre de hoy como en un papel
de celofán o de regalo: una sed devoradora de bienes y servicios —tener,
tener y tener—. Tener dinero a toda costa —no importan los medios—
. El consumismo convierte al hombre en un ser de consumo —usar
y tirar—. Masifica y atrofia, marca y despersonaliza al hombre. Los
modelos de vida que presenta y ofrece a la sociedad están alardeados de
riqueza, lujo, derroche y placer.
Otro valor en alza es la ola de hedonismo y de lujuria que lo impregna
e inunda todo. La trivialización de la sexualidad —en tonos salvajes y
animalescos— al separar la sexualidad y la reproducción.
Comentan algunos teólogos modernos que al quitarle al hombre
todo lo sobrenatural también se le quita lo natural y lo humano y solo
se queda con lo animal.
Somos hijos de nuestro tiempo y todo está orquestado sirviendo y
fomentando este humanismo. La calle, la vida social, los medios de
comunicación sirven fielmente a la causa sin reparos y sin resistencias.
Se nota y se palpa, la metástasis, el feliz avance y progreso en el
hogar, en la familia y en cada persona. Naturalmente este humanismo
desenfrenado hace explotar y reventar la vida humana.
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