martes, 23 de agosto de 2011

HOMBRE Y MUJER

 Les va a ser muy difícil a estas criaturas “hombre y mujer encontrar
otro origen y otra referencia que no sea el polvo de la tierra y el amor de Dios”.
 Nos enseña la Escritura Santa y Sabia —memento homo pulvis es et in pulvere reverteris— recuerda que eres polvo y al polvo volverás.

 También nos recuerda, con el estilo literario que queramos, que Dios
formó un cuerpo de la tierra y dio a este cuerpo la vida uniéndole un
alma racional, es decir, que la idea ejemplar, el modelo, el plan, el
programa, el proyecto pertenece a Dios y es su obra maestra.

 Para traer a la mujer al mundo no usó Dios tierra sino que infundió
en el hombre un sueño profundo y le sacó una de sus costillas y de ella
formó a la mujer y el hombre pudo decir al verla: bien, vale, esto ya es
hueso de mis huesos y carne de mi carne.
Ambos creados y formados por la mano de Dios a su imagen y semejanza.

 Los adornó con un alma, espíritu, entendimiento, voluntad y libertad
que son las prerrogativas y perfecciones que constituyen al ser humano.
Son la patente de Dios, la huella y el espejo de la naturaleza divina.
Preparados y pensados para ser una raza de Dios —hijos adoptivos
de Dios— capaces de heredar la vida eterna, la felicidad del Cielo.

 Hombre y mujer, cosa muy seria, no se puede jugar con ellos
y hay que respetarlos como algo divino.

 Es necesario tener siempre presente la recomendación sabia y
santa: reconoce, hombre y vive tu categoría y alta dignidad.

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