Con corto y meridiano pero suficiente conocimiento podemos hoy
los hombres conocer y saber el querido, sabio, perfecto y acabado plan
de Dios: orden, gracia, alegría, santidad, salvación, vida eterna y cielo.
Pero los hombres —empujados por el diablo— intentan corregir,
planear y programar según su poder y sabiduría. Ahí está el plan
paralelo: desorden, pecado, tristeza, vida achatada y animalesca,
muerte, perdición e infierno.
Podemos a modo de “Flash” recordar todos los elementos,
ingredientes y resultados fruto de la maquinación del hombre que
antes no tenía con el plan de Dios.
El diablo como la —simia Dei— la perfecta mona de Dios siempre
hace cosas parecidas a las que Dios hace.
Con el plan de los hombres se siente vergüenza de vernos desnudos.
Fuera del plan de Dios es lo mismo vestidos que desnudos siempre
damos vergüenza y risa.
Hay rebeldía del cuerpo que reclama sus fueros perdidos. Está ahora
el cuerpo sujeto a toda clase de enfermedades y de muerte.
El alma está sujeta a la ignorancia, a la concupiscencia y a la debilidad
de la libertad. El hombre rompió sus lazos y su intimidad con Dios pero
también con la tierra y con los animales, al rebelarse contra Dios todo
se puso en contra de los hombres.
Alejados del dulce y quieto paraíso a cambio de trabajos, sudores y
la tierra con espinos y abrojos. Tú —serpiente-diablo— ahora
capitidisminuida y rastrera no levantarás el vientre de la tierra.
Y a ti —mujer— afligiré tu preñez con muchos males y dolores.
Ahora ya los hombres no tienen —con fallidos planes— facilidad para
el bien sino que es “un conjunto” —sui generis— de todo esto, por eso
fué el que quedó peor.
El posible arreglo de este engaño y tragedia —apocaptástasis o
restauración— es el fundamento de la religión: encarnación, gracia,
oración, penitencia, vigilancia y ascética cristiana.
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