No existe mas que una salvación seria, final, definitiva y eterna, todas
las soluciones, ofertas y salvaciones que el hombre se va procurando
son efímeras, relativas arreglan y remiendan algo solo para ir tirando.
El que al final se salva, construye, invierte, se empeña, se hipoteca
en algo, en mucho o en todo para edificar y merecer su casa, su herencia
y su morada en el Cielo.
Amontonad y almacenad tesoros, bienes y riquezas allá donde vais
a estar por toda una eternidad y además estarán segurísimos y rentables
sin impuestos, sin hacienda, sin polilla, sin ladrones, sin peligros y sin
pudrirse.
Había una señora de bien en este planeta azul, vivía en grandes palacios
y jardines con toda la clase de servidumbre, era mas o menos piadosa
y practicante, se murió —por la grande misericordia de Dios llegó al
Cielo, por poco, señora, enhorabuena —allí le ofrecieron como tienda y
habitación para toda la eternidad sin posibilidad de mejora una chabola
plastificada y con goteras. Ante el pataleo y regaños de la buena señora
le contestaron los agentes y constructores del Cielo: Señora, esto es
todo lo que hemos podido prepararle con las aportaciones, divisas e
imposiciones que Ud. nos ha ingresado desde la tierra. Poco piadosa,
poco santa, poco rezadora, poco practicante.
Los tesoros de Dios —el amor y su misericordia— son insondables
e inconmensurables— sabiduría y amor infinitos— son un mar sin
orillas y sin fondo.
Cuanto mas nos entregamos a Dios-Padre como hijos más le
conocemos y más le amamos y más nos ama El, infinitamente más que
todas las madres juntas —y mira que nos quieren nuestras madres—.
Este es el único plan de salvación corresponder como hijos hasta la
locura al amor de Dios-Padre.
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