martes, 23 de agosto de 2011

QUERER LA LIBERTAD

A fuerza de ser sinceros, da la impresión que nuestro siglo no quiere
la auténtica libertad. Es lógico este pensamiento ya que tampoco quiere la “verdad”, la verdad os hará libres, dice el Señor.

Mas bien huye y renuncia a la libertad para entregarse sin remedio a unos instintos y formas simiescas u a otras fuerzas indomables.
Me apetece, no me apetece. Me va bien, me va mal. Me da la gana, no me
da la gana”. Afirman y enseñan que toda libertad fracasa y naufraga sin
remedio. Al no querer la libertad rechazan de cuajo la otra cara, faceta o dimensión propia de las personas que es la responsabilidad.

Esta es una causa y raíz hoy en nuestro mundo moderno de los
desquiciados y patológicos comportamientos morales. La libertad y la
responsabilidad son dos caras de la misma moneda, únicas y exclusivas
del ser humano. Algunos llegan a negar rabiosamente en el hombre
la persona y la naturaleza dejándolo reducido a un “simio ilustrado”.

Hay un axioma filosófico antiguo que dice: “Operari sequitur esse…” es decir, el “obrar sigue al ser…”, esto es, que la mula obra según su naturaleza, es natural y lógico que dé coces, pero la persona humana obra según su categoría y señorío. Hay comportamientos humanos e inhumanos según se conformen con la naturaleza propia del ser humano o en contra. No es lo mismo el comportamiento del hombre que el comportamiento de un cocodrilo.

Existen leyes físico-químicas-biológicas que lejos de impedir
el desarrollo de los seres vivos le ayudan poderosamente. Las leyes
morales nos ayudan y hacen posible vivir al hombre a la altura y
dignidad adecuadas a nuestro ser de “personas”. Nunca las leyes
físicas ni morales fueron obstáculos ni limites sino todo lo contrario
son como una “potencia activa y cooperadora” en torno a los cuales
funciona perfecta y ordenadamente el “macrocosmos” o universo
y el “microcosmos” o el hombre.

Las leyes físico-químico-biológicas jamás perdonan su violación.
Con el desprecio de las leyes morales da la impresión de que no
sucede nada, pero realmente también sucede una gran desgracia, caos,
frustración y catástrofe para el ser humano al alejarse de la verdad y
perder la libertad.

Querer vivir sin leyes morales es tanta utopía, locura y necedad
como pretender vivir sin leyes físicas.

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