Está rejuveneciendo y brotando de nuevo en nuestro mundo y sin
darnos cuenta una vieja herejía que pone como centro y cumbre del
hombre la “razón” negando o silenciando la revelación divina y toda
transcendencia en el hombre.
Es propio del racionalismo contraponer de un modo radical en
el hombre el espíritu al cuerpo y el cuerpo al espíritu. Todo hombre
es una persona en la unidad y la armonía del cuerpo y del espíritu.
Acertadamente podemos decir que el cuerpo está “espiritualizado” y el
espíritu está “corporeizado”. Nunca podemos reducir el cuerpo a pura
materia. La fuente y modelo para un perfecto y verdadero conocimiento
del “misterio del hombre” es Cristo hecho carne, perfecto Dios y perfecto
hombre.
En nuestra civilización actual cuanto más nos apartamos del “Gran
Misterio de Cristo” y de la revelación, cuanto más el hombre se pierde y
resulta un enigma y un gran desconocido. Las graves consecuencias del
racionalismo moderno y del intento de separación entre el espíritu y el
cuerpo son terribles y funestas y acarrean al hombre enormes peligros.
El hombre es utilizado como los demás cuerpos del mundo creado, un
instrumento ante los bienes de consumo. Es usado como los otros
animales como material en las manipulaciones de embriones,
fetos y colonizaciones. Una concepción antropológica racionalista,
dualista, maniquea que contrapone y separa radicalmente entre
sí el cuerpo y el espíritu, donde ni el cuerpo vive del espíritu
ni el espíritu vivifica al cuerpo, desaparece el hombre como
persona y como hijo de Dios, para convertirse necesariamente en un
número y un objeto.
Así por ejemplo nuestra civilización moderna ha perdido y olvidado la
riqueza y belleza originaria de la sexualidad humana en la familia o en
la vocación profunda de la virginidad para convertirse en bestialidad
—pornografía, manipulación y explotación del cuerpo—.
El racionalismo combate de modo radical y rabioso toda la
revelación y el misterio de Dios hacia los hombres y reduce la vida
temporal del hombre, la familia y la sociedad a una lucha sin cuartel
por la existencia o una búsqueda afanosa de la ganancia económica.
El racionalismo es una de las viejas raices que está causando la terrible
derrota ética de la sociedad actual.
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