lunes, 22 de agosto de 2011

SENTENCIA CONTRA EL INOCENTE

El calor, la claridad y el fuego de la cultura y de la civilización van
penetrando las mentes y modelando los corazones de tal manera que el
mundo empieza a entender todos los retos y razonados razonamientos
y principios sobre el aborto y a dar respuestas nítidas y definitivas.

El aborto o interrupción del embarazo es un homicidio. La sana
ciencia en todos los tiempos ha afirmado que la vida de una persona
comienza en el momento justo y en el instante de la concepción.

El Concilio Vaticano II añade que el aborto provocado es un “crimen
abominable”. El Dr. Jerónimo Lejeume, por citar alguno, catedrático de
genética en la Sorbona de París, miembro egregio y sobresaliente en las
ciencias en todos los continentes, nos enseña: que la primera célula
resultado de la concepción es ya un ser humano. Sigue diciendo: si el
embrión desde el primer momento no es un hombre ya no lo llegará a
ser nunca. Esto suena a pura ciencia lo demás es falacia y mentira.
La ley de Dios prohibe el aborto y ninguna ley hecha por el hombre
puede hacer lícita la sentencia y la muerte de un inocente. Esto no lo hacen
ni las fieras. Todos los animales defienden rabiosamente a sus crias.

La legalización del aborto en distintas naciones es una señal clara de
incultura e incivilización, jamás será un progreso y nunca podrá convertir
el aborto en algo bueno. Tal política es un retorno al espíritu circense
para contentar y entretener las voces que lo reclaman. Las cosas no se
hacen buenas por ser frecuentes. Aunque todo el mundo robe y mate
jamás se podrá legitimar.

Por otra parte las madres quieren que sus hijos vivan y no que
mueran. Aborto suena a utopía y paradoja. Nadie le quitará a una madre
abortiva el remordimiento en su conciencia. Es un contrasentido hablar
de madre y al mismo tiempo de aborto. Madre quiere decir vida y
aborto quiere decir monstruosidad.

Comentan los médicos: “Es más fácil sacar a un bebé del útero de una
mujer que de su pensamiento…”.


Todo lo que el individuo posee de único, singular e irrepetible
a lo largo de su vida está presente en su código genético. El Dr.
Severo Ochoa insiste: no hay diferencia entre matar esta célula
humana o un ser maduro. Desde el momento que se constituye
el huevo o zigoto —instante de la concepción— unión y fusión
entre el espermatozoide masculino y el óvulo femenino, aparece el
nuevo ser que ya empieza a tener todos los derechos personales. Tiene vida
propia y derecho a que le respeten como cualquier adultos. Jamás es una
verruga o apéndice de la madre que pueda extirpar a voluntad.

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