Entrée de Mozart
¿QUIEN SE SALVA ?
Nunca se habla de salvación más que cuando existe un peligro o
naufragio, algún riesgo o temor. Siempre hay que salvarse de algo de
ahí la filosofía popular: “Sálvese quien pueda”.
Todas las soluciones, los S.O.S., las ayudas, los medios y
salvaciones que nos pueden prestar los hombres son apaños para ir
tirando y tapando goteras ocasionalmente, a veces alivian los peligros
momentáneamente.
Cuando hablamos de salvación simplemente se refiere siempre a la
salvación del género humano, salvación universal, importante, única,
final, definitiva y eterna. La liberación, plena, bien hecha, la redención
exhaustiva que ofrece Dios. Lo que se llama en Teología —La Sotereología—.
Opina algunos: ¿Dónde está el poder y la misericordia de Dios, si
solo se salvan cuatro o solo unos pocos?.
Este difícil problema y cuestión que se puede seguir discutiendo
no es nuevo sino que es un tema tan viejo como el hombre porque
hay que compaginar y ajustar el “indiscutible querer omnipotente
de Dios) —salvar a todos los hombres— y “la voluntad libre del
hombre”. Bandera discutida a lo largo de los siglos por todas
las escuelas, filosofías y teologías. Temas y tesis sin resolver
mezclados con otros ingredientes como la doctrina de la
predestinación.
Las escuelas, doctrinas y opiniones se enfrentan, se acaloran o se
acercan según se enfoque el papel de Dios o el papel del hombre. No se
trata de resolver lo que no tiene solución ni de saber lo que no se puede saber, pero sí encender alguna luz para que alumbre un poco mejor y
más lejos posible, recordando simplemente los datos del problema y
unos puntos de doctrina.
Con sana certeza y doctrina científica sabemos que Dios quiere
salvar a todos los hombres sin excepción. También sabemos que por
buena filosofía que Dios no puede hacer imposibles y absurdos ni círculos
cuadrados. El círculo dijo: “Señor, hazme círculo y no cuadrado”.
El cuadrado dice: “Señor, hazme cuadrado y no círculo”. No dice el
círculo: “Señor, hazme cuadrado”. Tampoco dice el cuadrado: “Señor,
hazme círculo”.
Dios corrió el riesgo de hacer su criatura el hombre —libre—. El
hombre no puede decir: “Señor, hazme un hombre sin libertad”. No es
posible, sería un caballo o una mula…
Dios quiere salvar, pero el hombre tiene que querer también.
Enfatiza San Agustín: “Deus cravit te sine te, non salvabit sine te”. Dios
que te creó sin ti ahora no te salvará sin ti.
Son muchos o pocos los que salvan. Esta pregunta solo la hacen los
que no están queriendo salvarse, porque los que quieren salvarse están
en ello, bregando, trabajando, colaborando, luchando y cumpliendo
lo que Dios quiere, fiándose del amor, misericordia y omnipotencia
de Dios.
En este asunto, campo y problema de la salvación si el hombre no
quiere. Dios no puede hacer absolutamente nada porque se enfrenta
con libre voluntad del hombre.
El hombre consciente de la necesidad de salvarse tiene que
agarrarse a la cuerda o al cabo que Dios le ofrece.
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