Sortí de L. Spohr
VOLUNTAS DEI
La voluntad, el querer, el plan, el programa del que más sabe y
del que tiene más poder siempre es mejor, más rico, rentable, útil y
ventajoso.
Lógicamente la voluntad, el querer y el poder de Dios fue inventar y
crear el mundo y poner al hombre y a la mujer en la cumbre de toda la
creación, de tal manera pensó Dios en todas las cosas de este mundo para
que sirvieran al hombre y a la mujer sin que le faltara absolutamente
nada —al fin y al cabo son sus hijos— y que disfrutaran de todo
—probarlo todo y retener lo bueno— nos aconseja la sabiduría.
El hombre no tiene un fin en si mismo —nadie vive para sí mismo—
sino que está así servido, asi mimado y así cuidado para que también con su
voluntad ordene y dirija —es capaz— el mundo ciego hacia la “gloria de
Dios” no puede haber otra razón para crear este mundo. El hombre y la
mujer tienen que estar en esta dinámica.
San Pablo recuerda este programa a sus fieles de Corinto: “Todas las
cosas son vuestras, vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios”.
Dios está contento con sus hijos y sus hijos están naturalmente
orgullosos de tal Padre.
Este servicio, trabajo o reinado donde está ocupado el hombre y
la mujer todo es válido menos el pecado y la muerte. El vivir como
hijos contentos y servidores de Dios en serio es precisamente todo lo
contrario del pecado que es emancipación, autonomía, separación e
independencia de Dios —vivir al margen de su voluntad—.
El vivir como hijos y servidores de Dios es lo contrario de la muerte
—es el único antídoto contra la muerte, porque Dios es vida. Nos recuerda
San Pablo “Si vivimos, vivimos para Dios y si morimos, morimos para Dios”.
“El Padre Eterno no engaña y ratifica su voluntad” —el que vive para mi
vivirá eternamente—.
El venir a este mundo y no enterarse de la voluntad o plan de Dios
es como coser con una aguja sin hilo y correr fuera de pista.
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