martes, 23 de agosto de 2011

EROTISMO

Nos ha tocado vivir en un siglo asfixiante también por la polución de
la sexualidad. A escala mundial nos invaden la pornocracia, la pornografía,
grandes olas de desenfreno erotismo, violaciones, perversiones sexuales,
infidelidades, divorcios, nudismos, falsos naturalismos, obscenidades y
todo orquestado, dirigido y empujado por los medios de comunicación
social con escenas íntimas de alcoba y los supermercados del amor.

Todo regulado por la ley del péndulo que nos sitúa ahora mismo en un
extremo como intentando enterrar y olvidar tabúes, mitos, moldes,
moralidades, rompiendo miedos, prejuicios y represiones sexuales.
Buscando una liberación del sexo hemos caido en las mas vergonzosa y
degradante dependencia y vieja esclavitud sexual.

Es falso y mentiroso decir: “Ahora en el siglo XX hemos descubierto y
encontrado el sexo”. El sexo naturalmente es tan antiguo y viejo como el
hombre y la mujer desde el paraiso terrenal.

El sexo siempre hay que encauzarlo y dirigirlo como el agua y la
energía eléctrica si no queremos que lo arrase y destroce todo. Hay que
dominarlo, no reprimirlo.

Es falso y mentiroso la “liberación de la mujer”. Con este desenfreno
sexual la mujer no se ha liberado, sino todo lo contrario, se ha
instrumentalizado, ya se ha convertido en un “juguete de usar y tirar”, se
ha degradado como nunca.

La Iglesia Católica con sus normas de moralidad sexual desde
siempre ha protegido y liberado a la mujer dignificándola y exigiendo
para ella el máximo respeto; jamás nadie ni nunca defenderá a la mujer
tan bien como la moral católica; no prohibe nada, sino simplemente
orientada, ayuda a dominar y a encauzar su sexualidad al servicio de
la maternidad y de la procreación.

Es lógico que cualquier mujer —novia, esposa, hija o hermana—
sepa y quiera respetar y defender su pudor, su pureza, su decencia y su
conducta.

Cualquier mujer fácil, coqueta, ligera y frívola no interesa a nadie y
es capaz de amargar a cualquier hombre. Nos recuerda la filosofía
popular: “Los hombres eminentes no se sienten atraidos por las mujeres
fáciles…” y todos presumimos de “hombres eminentes”.

Nuestra sufrida sociedad esponjada y bombardeada por esta ola de
erotismo sin moral y sin conciencia empieza a quejarse: “Es fácil encontrar
una chica o un chico para divertirse, pero es muy difícil encontrar un
chico o una chica que sean capaces de hacer feliz un hogar…”

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