Eucaristía es una palabra griega que significa “la mejor gracia, el
mejor regalo, el mejor don, la mejor lotería, el mejor remedio” del que se
puede beneficiar el hombre en esta andadura terrenal.
Tanto el vocablo Eucaristía como Evangelio están compuestos con
el mismo prefijo “eu” que significa “bien, bueno, feliz, óptimo”. Uno es
“buena gracia” y otro es “buena noticia”.
La Eucaristía o presencia real de Dios entre los hombres —lo que
no pueden hacer los hombres lo hace Dios: marcharse y quedarse al
mismo tiempo— no podía ser de otra manera es la fuente, raíz y la
cumbre de la vida cristiana.
Eucaristía también es comida, banquete, cena —ágape— o comida
fraterna— a la que están invitados todos los hombres en todos los
tiempos y lugares. Se come, no el pan que engorda y hace morir, sino
el “maná”, el pan del Cielo, el Corpus Christi, el pan de los Angeles,
que da la vida eterna y sacia todos los gustos.
El símbolo de la Eucaristía es el Pelícano, pájaro legendario que
no busca comida para alimentar a sus polluelos sino que se picotea el
pecho de donde brota sangre abundante para alimentar a sus hijos.
Eucaristía también suena a Santo Sacrificio porque repite, actualiza
y hace presente el universal, definitivo, novísimo y último sacrificio
de la historia —agradable a Dios y salvífico para los hombres—: El
sacrificio de la Cruz de Cristo.
Eucaristía es comunión, es unión. Nos Cristificamos, nos
identificamos con Cristo, nos unimos al recibir el Cuerpo y la Sangre de
Cristo. Nos hacemos más cristianos, nos vamos convirtiendo en “Alter
Christus, Ipse Christus”“otros Cristos, el mismo Cristo”estamos acumulando
garantía y semilla de inmortalidad.
Eucaristía es Santa Misa, porque se despide a los participantes o
fieles al terminar la liturgia eucarística con una “missio” “una misión”
“misa” para que cumplan la voluntad de Dios en su vida ordinaria.,
“missa”, está enviada y cumplida la ofrenda.
La Santa Misa nunca termina pues al celebrarla en la Iglesia
cargamos las baterías para luego seguir viviéndola en la vida, iluminado
e impregnando así todas las realidades terrenas hasta poner a Cristo en
todas las encrucijadas de la historia y en la entraña y la cumbre de todas
las cosas.
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