martes, 16 de agosto de 2011

HOMO RELIGIOSUS


Al hombre del siglo XXI se le notan también las ganas, los arrebatos
de entusiasmo y las profundas ansias de Dios.

Como respuesta a los tirones de Dios se adhiere alocadamente a toda
clase de sectas y busca ansiosamente soportes y pilares religiosos y
espirituales. El hombre del siglo XX retorna y vuelve cansado de la
experiencia sin Dios.

El deseo de Dios está inserto en el corazón de todos los hombres. El
Nuevo Catecismo no lo han comprado la gente de Iglesia, sino la gente
alejada y desnortada como buscando algo seguro y como husmeando
lo que dice ahora la Iglesia.

El hombre ha sido creado por Dios y para Dios; Dios
sigue atrayendo hacia Si al hombre como a un imán y
solo en Dios encontrará la única respuesta. El hombre está
llamado al “endiosamiento bueno y a la comunión con Dios”.
Todas las creaturas amadas por Dios poseen una semejanza
con Dios especialmente el hombre. Por eso el hombre como
Dios es amor y está destinado al amor. El hombre de todos los
siglos es por naturaleza y por vocación un: “Ens religiosus, Homo
religiosus” un ser religioso. Nos recuerdan los Hechos de los Apóstoles:
En Dios vivimos, nos movemos y existimos”. Nos enseña San
Agustín: “Nos has hecho para Ti, Señor, e inquieto está nuestro corazón
mientras no descansa en Ti” (Conf. 1,1). Leemos en la Gaudium et
spes: “Sin el Creador la criatura se diluye”.

 
Cuando San Agustín pretendía adorar como dioses la
belleza de los seres naturales el mar le contestó: “Agustín, yo no
soy tu Dios…” El hombre busca salidas para su vida pero no
le cuadra ninguna clave. Sin Dios no le encuentra sentido ni
norte a su vida después de esforzarse y fatigarse en la subida se
encuentra de nuevo en el suelo y así continuamente.

Nunca le fué fácil al hombre el vivir según el querer de Dios y por
eso siempre se refugia y cae en un natural y simple pelagianismo que
le anima a imaginarse que él puede salvarse solo sin la ayuda de nadie
ni perdón, ni gracia, ni Dios— y por otro lado se respalda en un
inoperante luteranismo que le lleva a sentirse impotente y sin arreglo si
Dios no lo remedia — dejar a Dios que vaya haciendo—

Ante este viejo, herético y falso dualismo nos responde San
Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti…” Salvación del
hombre quiere decir conjunción del querer de Dios y del querer
del hombre.

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