miércoles, 24 de agosto de 2011

LA VIDA DEL HOMBRE

El hombre es el ser supremo y más perfecto de la creación y está
puesto por Dios-Creador en la cúspide de la pirámide, de aquí arranca
toda la grandeza del hombre poco inferior a los ángeles . Dios creó a
su imagen y semejanza, es el único ser libre como Dios. Siempre ha
habido muchas teorias, hipótesis, suposiciones y elucubraciones sobre
el hombre pero Dios sabe más y es el autor de “esta obra”.

La grandeza del hombre también radica en ser “eviterno”, esto quiere
decir que es casi eterno, tiene principio en el tiempo pero ya no tiene
fin. El hombre una vez traido a la existencia ya tiene que aguantar,
soportar y sufrir responsablemente para bien o para mal todo el peso
de su existencia y condición humana que persiste y pervive para su
suerte o para su desgracia aún después de la muerte.

Los que pretenden acabar con la vida del hombre con la muerte se
engañan y van contra los planes de Dios. La vida del hombre no
termina, se transforma, se cambia, continúa.

En esta etapa terrenal y temporal de unos cuantos
años —pocos— el hombre está sometido a una prueba
adornado y regalado con la libertad humana. Muchos no
quieren esta prueba ni prefieren la libertad por las graves y
transcendentales consecuencias y por lo caro que Dios cobra el haberles
prestado la “libertad” haciéndolos hombres en vez de monos.

En la etapa última, final y definitiva “post mortem” se gozará según se
haya ajustado uno a los sabios planes de Dios y según se haya empleado
rectamente el don de la libertad.


La etapa terrenal es irrepetible y corta, marcha a la medida y al ritmo
del tiempo y del reloj, no tiene moviola, no se puede dar marcha atrás,
podemos rectificar las veces que queramos, parchar la rueda y arreglar
el carro, comenzar y recomenzar y empezar de nuevo.

Algunos dicen: yo tengo otras creencias y otras normas de vida.
Bueno, pero esto no es discutible ni optativo, no sirve ningún otro
planteamiento. Otros dicen: es duro y serio aceptar esas normas de
juego, puede ser un fracaso. Fracaso y solemne va ser seguro cuando sin
remedio nos veamos sin solución. Dios quiere que todos los hombres
se salven pero no por libre ni de cualquier manera, sino que ha dicho
el modo y camino concreto por donde se debe ir: su Iglesia. Leemos
en los Hechos de los Apóstoles: “No hay en el cielo ni en la tierra otro
nombre para los hombres por el que podamos salvarnos, sino el nombre
de Jesús… ” Por lo tanto queda fuera de texto en este terreno de Dios
y de la salvación cualquier otra opción y alternativa por muy bonita,
variopinta, moderna y pintoresca que se nos presente en el andar de
los siglos.

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