lunes, 22 de agosto de 2011

REZAR


Rezar es un vocablo que existe en todos los idiomas del planeta.
Donde hay un hombre hay “rezar”, hay oración en potencia.

Rezar es una realidad y una actividad muy usada, muy practicada, muy
útil, muy poderosa y muy necesaria como el aire para los pulmones. Es una
medicina potente y una palanca poderosa. Es lo que más y mejor ayuda al
hombre, le da salud, lo cura, lo fortalece, le da vida y definitivamente lo
salva.

Sin esta ayuda, comodín o industria —oración— al hombre a la larga
mal le va rodar todo su negociado, toda su programación, su existencia,
su salud, su vida, sus problemas y por supuesto su salvación final. Para el
hombre que no reza el resultado de 2+2 puede ser 105 o menos de 4.

Santa Teresa nos recuerda que el hombre que no reza se pierde, porque
no se puede defender, no es fuerte ni es poderoso.

Cristo rezaba y nos enseñó a rezar. La Escritura nos habla
cansinamente y hasta la saciedad de que es necesario rezar con terquedad,
con tesón, con insistencia, con perseverancia y con tozudez.

Es obvia y evidente tal necesidad advertida, porque el hombre es
pobre, débil y flaco y al contrario Dios lo puede todo.

Rezar es hablar con Dios, adorar, pedir, dar gracias, pedir perdón.
Todo esto es la vida del hombre que expone y ofrece a Dios toda su
realidad, su miseria, su maldad, su mezquindad, su impotencia y su
necesidad y Dios le brinda y con toda seguridad le ofrece todo su poder,
su bondad, su gracia y su amor. Toda la relación del hombre con Dios,

 
toda su existencia y toda su vida es oración. Oración es el trato,
dependencia e intimidad del hombre con su Padre-Dios.

Rezar es fácil tanto vocalmente con palabras, oraciones y conceptos
ajenos y prestados como mental y personalmente, sin palabras, elevando
la mente, la memoria, la voluntad y la inteligencia a Dios.

Rezar nunca es perder el tiempo como piensa la agitada sociedad
moderna porque sabe que es necesario frenar la máquina en la
gasolinera para llenar combustible.

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