lunes, 16 de diciembre de 2019

DECANOMIA - 123 . : JESUCRISTO, VERDAD




                                 Fausto  - vals   de Gounod -



JESUCRISTO, VERDAD

La vida y el tiempo no se no da más que para esto: “Conocer esta verdad” —in directo et in re— es decir, plenamente y ahí brotarán todas las demás verdades y conocimientos que son necesarias para la vida.

Jesucristo no es la verdad para saberla, sino la verdad para vivirla.
Cualquier hombre fuera de la verdad o del marco de Cristo vivirá equivocado en todo. Cristo es la verdad absoluta e integral.

Verdad es su persona ejemplar —hijo de Dios. Nunca entenderemos nada ni si quiera el simple cristianismo —ni la vida— mientras no
aceptemos convencidos lo fundamental y el marco de la verdad —ser
hijos de Dios— Esta verdad nos la enseñó el mismo Jesucristo: “Subo a
mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios…”

Si el cuadro de la vida de cualquier hombre no está enmarcado dentro
de esta realidad o verdad, nunca tendrá cuadro ni vida ni bueno ni malo,
seguirá desmarcado y desnortado en todos los sentidos.

Cristo practicó lo que enseñaba y enseñó lo que practicaba; “Jesús
coepit facere et docere… Hacía y enseñaba la única verdad”. Vida y doctrina
formaban un todo armonioso y unitario. Ni solo doctrina ni solo vida.
Muchos intentan y pretenden vivir una vida absurda en esta dicotomía
y doblez. Esta pretensión les aleja de la vida y de la doctrina.

Estos tesoros de verdad, ciencia y sabiduría de Cristo proceden de su
ciencia divina que poseía plenamente por ser —el Verbo— la Palabra
de Dios—; de su ciencia beatífica que le correspondía como santo y
bienaventurado acá en la tierra; de su ciencia infusa superior a la de
todos los angeles y de su ciencia adquerida que fue creciendo a lo largo
de su vida.

Los que escuchaban decían; “Ningún hombre habló ni pudo hablar
así…” Todos los genios, los inventos, la filosofía, las teorías de la
humanidad palidecen, se esfuman y se anonadan ante la verdad y el evangelio de Dios. Por eso los santos —los sabios de la verdad y de la vida— acaban de perder el gusto por los libros escritos por los hombres. “Yo, decía, Santa Teresa de Jesús apenas encuentro algo en los libros a no ser en el evangelio. Ese libro
me basta”.

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