Es difícil descifrar el enigma y el sentido de la vida del hombre sin la clave de Dios.
Dice San Agustín que el hombre es una gran pregunta y solo Dios es su respuesta adecuada y exacta.
El hombre es como una “HOMEOPATÍA”, sistema curativo que aplica a las enfermedades y problemas sustancias iguales o parecidas a las que trata de combatir, es como una cuña de la misma madera.
Nadie ni nada le puede apagar al hombre su sed de vida, de amor, de belleza y de verdad porque solo Dios es todo esto.
Dice la canción religiosa: “Rios de Agua viva corren por mi ser…” Es el pozo y manantial de la Samaritana: “ Nunca tendrá más sed.…”
Muchas veces ante un revés o desgracia el hombre pregunta y quiere saber el por qué, la causa o explicación de la misma y después de mucha osbscuridad al serenarnos un poco encontramos al final con Dios que comienza a responder y descifrar. Ante un fenómeno de la naturaleza, ante el orden agresivo y perfecto de
la naturaleza, ante la marcha de la historia, ante el derecho, si nos preguntamos seriamente y en verdad Dios comienza a responder por medio de la razón. Siempre se pregunta y cuestiona el hombre ¿Qué haré para ser feliz? ¿Dónde está la felicidad? ¿Qué es y dónde está la verdad?
Solo Dios tiene el material, la solución, la respuesta exacta, quieta, exhaustiva, total y definitiva. A veces sin saberlo nos responde por medio de la razón, de un libro, de un consejo, de una gracia, de un amigo, de una luz interior como sucede en las grandes y pequeñas conversiones. Se empieza a ver claro el camino, se siente la mano y el “digitus Dei”.
Cuando se pregunta y busca con ansias de saber. Reconociendo que
necesitamos una respuesta, que nos falta algo, con sinceros deseos de obtener solución y respuesta y ganas de aceptarla, Dios siempre responde.
Tanto San Agustín en el siglo IV como Martín Lutero en el
siglo XVI experimentaron un parecido fenómeno de la naturaleza
—un rayo le llevó a sendos amigos— y les hizo preguntar
por el enigma de la existencia humana. Ambos preguntaron
seriamente y Dios les contestó. El hombre para resolver sus
problemas y dar sentido a su vida necesita escuchar a un semejante suyo: Dios.