Kirmes Polka de A. Vallerstein
CRISTO, LOS APOSTOLES Y LA IGLESIA
Esta multisecular y tripartita división de la historia: Cristo, los
Apóstoles y la Iglesia ya empieza a ser poderosa, dominante, significativa,
actual, determinante y eterna. Con derecho podemos decir a que pesar
de 2000 años de andadura está como en ciernes en el periodo inicial y
fundacional.
También podemos decir que esta salvífica, metastizada y capilar
realidad sigue su rumbo y empuje divino y ya es irreversible. Pasarán
todos los tiempos y lugares pero esta realidad, este mensaje, esta misión,
esta Palabra no pasarán. De momento si analizamos la corta andadura
bimilenaria podemos contrastar el comportamiento firme, testimonial
y definitivo. Siempre la misma línea de dirección y de gobierno. La misma
fe, la misma doctrina y la misma vida.
Ningún hombre al nacer puede evitar —ya hoy— el desafío y el reto
de esta realidad, embajada, plan o misión de Dios: “Id al mundo entero
y proclamad …”
Este mensaje o llamada obliga en conciencia, pero no coacciona
porque Dios tiene en cuenta la dignidad de la persona humana que el
mismo ha creado, la cual debe regirse por su propia determinación y
gozar de libertad.
Cristo, maestro y señor nuestro, manso y humilde de corazón,
atrajo e invitó pacientemente a sus primeros discípulos, confirmando
su predicación con milagros para excitar y robustecer la fe de los
oyentes. Reprobó la incredulidad de los que le oían y le rechazaban
pero dejando la sanción y el castigo para el día del juicio.
Al enviar a los apóstoles al mundo les dijo: “El que creyere y fuera
bautizado se salvará y el que no se perderá…” Mandó que dajaran crecer
en los sembrados la cizaña junto con el trigo hasta la siega final. Nos
enseñó a servir, no a dominar, a no romper la caña cascada, mandó dar
al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios y su reino no se
defiende a golpes.
Los Apóstoles aprendieron bien la lección y fielmente la vivieron
hasta la muerte y fielmente la trasmitieron, siguiendo en todo la misma
política o comportamiento del maestro nunca por acción coercitiva sino
con la fuerza y virtud de la Palabra y del amor. Dios quiere que todos los
hombres se salven y cada uno dará cuenta de sí.
Despreciaban las “armas de la carne” y siguieron las mansedumbres y
la modestia de Cristo, reconocieron siempre la legítima autoridad civil
y al mismo tiempo no tuvieron miedo de contradecir al poder público,
hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
Este el camino, la herencia, la Iglesia y el comportamiento que
siguieron y siguen hoy innumerables mártires y fieles en todo tiempo
y lugar imitando al primer mártir de la verdad: el maestro y fundador
Cristo.
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