A orillas del viejo Ebro -jota aragonesa -
SANTO, SANTO, SANTO
El nombre de Dios es santo y por esto no se puede tomar en vano.
Los ángeles y los santos en el Cielo alaban continuamente el nombre
de Dios proclamándolo: santo, santo, santo y los hombres hemos de
esforzarnos para que el nombre de Dios sea también glorificado en la
tierra, como lo pedimos al rezar el Padrenuestro.
Había una cantante de ópera que había obtenido muchos triunfos
y le habían aplaudido en las principales ciudades del mundo. Pero un
día comenzó a perder la voz y a sentir molestias en la garganta. Los
médicos descubrieron un mal incurable que podría acabar con su vida.
Para evitarlo necesitaba operarse urgentemente. Le dijeron: Ya no podrá
Vd. cantar ni siquiera hablar jamás. El dia convenido momentos antes
de la operación, le dijeron si quería decir algo. Ella respondió con una
sonrisa: “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…” Fueron las últimas
palabras que pronunció.
Hay un mandamiento que nos aconseja y nos manda honrar, alabar,
respetar y dar siempre gloria a Dios.
Cuentan de nuestro querido torero Antonio Bienvenida que cuando
en la plaza después de las brillantes faenas de tauromaquia la gente lo
quitaba a hombros. El iba repitiendo “Deo omnis gloria” “Todo para la
gloria de Dios”.
Si no glorificamos ni horamos el nombre de Dios al menos no le
ultrajemos, no lo menospreciemos ni lo blasfememos. Es curiosa la
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