miércoles, 24 de agosto de 2011

NUEVA VIDA

Todos los hombres tienen la posibilidad —si quieren— de vivir una
nueva vida paralela —mal dicho paralela— a la vida natural, terrena y somática que es la vida sobre-natural, divina y eterna.

Así como a la vida física la anima la sangre, las venas, las arterias, los leucocitos y eritrocitos, los huesos, la piel, etc. a la vida sobre-natural la sostiene la fe, la gracia, los Sacramentos, los mandamientos y jamás perjudica o destruye la vida humana sino que la potencia, la capacita y la ayuda porque es superior, es sobre-humana, es sobre-natural, es mas que la vida natural.

San Pablo habla de esta nueva vida calificándola de “neofitismo” es decir, es una nueva planta, un nuevo brote, una nueva existencia, un nuevo ser, un nuevo retoño, otro nacimiento por el Bautismo.

La vida natural y somática tiene un desgaste y un final inevitable: la muerte. La vida sobre-natural crece y se desarrolla y es vida para siempre,
es eterna.

Cristo es el dueño de la vida del hombre y nos descubre “la grandeza
y el sentido de la vida”. El hombre es la única creatura de la tierra que
Dios ha amado por si misma y la ha destinado a la felicidad eterna. La
verdad y el bien son los únicos objetivos que aquietan el entendimiento
y la voluntad del hombre.

La nueva vida empuja al hombre a vivir de acuerdo con su “grandeza,
vocación y destino” que es conseguir dentro de la “libertad” la meta y el
logro de la verdad y del bien.

Esta nueva vida nunca será fácil de vivir porque la naturaleza está
herida y por lo tanto sujeta al error e inclinada hacia el mal. Nuestra
libertad herida hay que curarla, cuidarla y educarla, porque Dios nos
quiere llenos de verdad y de bien, nos quiere santos pero también felices.
La felicidad en la tierra siempre es agridulce.

Cristo que es el Señor de la historia y del cosmos es para el hombre
el camino, la verdad y la vida “nueva”. Ya lo decía la leyenda de aquella
biblioteca: Si conoces a Cristo lo sabes todo; si ignoras a Cristo, no
sabes nada…”

También la madre Teresa de Calcuta nos ha legado que “Cristo es el
Amor que ama, es el camino para ser andado, la luz para ser encendida,
la vida para ser vivida, el amor digno de ser amado”.

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