Así nos habla el Santo Job sobre la brevedad de la vida como un viento o soplo: "Ventus est vita mea...".
Exactamente todo lo contrario de lo que el hombre más ansía y quiere que es perpetuarse, vivir siempre y no morir, pervivir.
Dios no nos engaña, no sería un Dios omnipotente y sabio si hace frustrar estas ganas innatas en los hombres. La pervivencia y la eternidad es la verdad, lo equitativo, lo justo, lo que conviene, aquieta y exige la naturaleza humana.
Todo esto tiene un precio: el ajuste, la coherencia, la subordinación de las criaturas al hombre y del hombre a las exigencias de su vocación en unirse y seguir al origen y causa de la vida-Cristo: Yo soy la vida.
Todos los pueblos del planeta han expresado en sus culturas pensamientos sobre la fugacidad y cortedad de la vida y al mismo tiempo constatan un deseo innato de pervivencia y eternidad.
Es una condición propia del tiempo, el movimiento. Todo camina, se mueve, se dirige hacia alguna parte, nada hay estético ni quieto.
Nosotros filósofos de a pié también percibimos el movimiento.
La cultura romana nos transmite: “Tempus fugit…” sobre la fugacidad y rapidez de la vida.
Los griegos: “Panta rei…” todo se mueve, todo va, todo fluye hasta llegar a la quietud, a la “ataraxia” a lo estático, lo definitivo, el descanso sin fatigas, sin tiempo y sin movimiento, a la eternidad.
El “Kosmos o universo ordenado” nos ofrece el movimiento de rotación y de traslación. “Orbis evolvitur…” el orbe, la tierra gira y gira.
La elocuencia de un “Kosmos ordenado” nos habla de movimiento y danza astronómica, lo contrario sería el caos y el final.
Etimológicamente el vocablo “naturaleza” es “natura”, “nascitura” es todo lo que vemos y somos, un constante y necesario nacer y desaparecer de todo lo creado, es lo que va a nacer, el “fieri”, lo que está naciendo, lo que va a llegar a ser “genesis”, el devenir.
Según la metafísica o estudio de los seres, las cosas, los entes, no aparecen de repente, si no que tienen un proceso, movimiento u orden: “Primum esse post operari…” Primero potencia o poder ser, luego acto o ser y por último obrar o hacer.
El tiempo y el movimiento como marco o “Sitz im leben” nos hablan que nuestra vida es caduca y limitada. La eternidad es la ausencia de tiempo y de movimiento.
Manuel Latorre de Lafuente
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