Una vez que Cristo entró en las historia humana era lógico que aparecieran escuelas o enseñanzas para vivir tal y tan importante acontecimiento que invade, repercute, influye, interviene, interpela y reta a cada hombre que pasa por este planeta.
No basta una vida para aprender esta tesis: “Toda existencia –cada hombre y cada mujer- que pasa por este mundo tiene una relación viviente y ontológico con el viejo Adán –causa eficiente- y con el nuevo Adán-Cristo –causa final-.
Es bueno que en el mundo helenístico-romano surgieran escuelas elementales, grammates, artes, liberales, dialéctica, retórica, aritmética, música, geometría y astrología y otras profesiones cultas, útiles y necesarias, humanidad y enseñanzas para formar buenos ciudadanos.
Pero también era lógico que en paralelo florecieran las llamadas “escuelas cristianas” para instruir y enseñar el “novus modus vivendi” del cristianismo, neocristianos, bautizados, catecúmenos, neófitos, mistagógicos y también mucha masa profana y pagana –katholiké- o universal.
Sobre los años 30 y 40 de nuestra era había un famoso judío viviendo en Egipto, “Filón de Alejandría”, que ha relacionado y emparentado el judaísmo con el cristianismo con su escuela como precursor de las grandes escuelas defendiendo ya en la exégesis el sentido espiritual, mas profundo y moral tras el sentido literal.
El primer centro o escuela que tenemos noticia fue dirigido por Orígenes desde el año 217 en Alejandría. Antes hubo algunas escuelas sueltas y libres dirigidas por filósofos como San Justino en roma que ayudaban a profundizar en la fe cristiana.
El objetivo de las primeras escuelas cristianas era exclusivamente enseñar a conocer la fe, reflexionar sobre el sentido, la praxis del mundo y de la vida cristiana. Doctrina y vida, coherencia. El cristianismo antes, ahora y siempre es una filosofía no para saberla, sino para vivirla.
Todas las escuelas o academias cristianas con apoyos episcopales o no disponían de grandes bibliotecas.
Hacia el año 180 un siciliano llamado Panteno constituyó un grupo de discípulos también en Alejandría, hizo lo mismo Clemente de Alejandría y también Orígenes. Por alguna desavenencia con el Obispo, Orígenes, pasó a Cesarea de Palestina y allí apoyado por el Obispo fundó otra escuela y luego Diodoro de Tarso fundó la escuela de Antioquía.
En los siglos III y IV florecieron las escuelas de Alejandría y Antioquía con gran prestigio y saber de teología, también con protagonismo, antagonismo y gran rivalidad en la interpretación o exégesis de la Sagrada Escritura.
Antioquía defendía y estudiaba en la Biblia el sentido literal e histórico mientras Alejandría abogaba por el sentido alegórico, espiritual, místico. Anagógico, moral mas profundo y mas allá del sentido real y literal.
Manuel Latorre de Lafuente
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