sábado, 10 de abril de 2010

LOS PROFETAS


Evidentemente el vocablo bíblico “profeta” tiene muchas lecturas y acepciones.
Es un arte del que presumen muchos hombres y pueblos pero donde en verdad y realmente aparecen y están es en la Biblia, nacidos en el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento.
Sabemos el adagio “Nemo popheta acceptus est in patria sua....” nadie es profeta en su tierra.... por eso nace el “profetismo” precisamente en Israel junto con el origen de la “monarquía de Israel” y en los reinados del Norte y del Sur y mientras sufrían los exilios y cautividades en Asiria y Babilonia, es decir, fuera y lejos de su tierra.
Los exegetas y escrituristas dividen a los profetas en pre-exílicos, exílicos y post- exílicos.
Los profetas no solo anunciaban cosas futuras y venideras según la etimología griega “Pro-femi”, hablar antes, prever, adivinar sino que recordaban como altavoces y pregoneros a los reyes y al pueblo a la observancia de los mandamientos de Dios y combatían sus transgresiones.
Su misión propia y exclusiva era preparar los caminos del Mesías y anunciar su venida y su obra, mantener la esperanza en el futuro Redentor y Salvador –Jesús-.
El profetismo de Israel el único y exclusivo –in re, in directo y por antonomasia- todos los demás son presuntos, réplicas y mimetismos. Existen profetas escritores y no escritores. Hay profetas mayores por el volumen e importancia de sus escritos y profecías como: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Y menores como: Oseas, Joel, Amos, Abdias, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonias, Ageo, Zacarias y Malaquias. También nos resultan familiares otras nomenclaturas y acepciones del vocablo “Profeta” como hombres dotados de conocimientos superiores en cosas divinas y humanas, el Vidente, el Veyente, el que ve, el Oráculo el Sibilo, el Ilustrado.
Un adivino que conoce cosas ocultas presente o venideras.
Un hombre que Dios hace hablar –la burra de Balaán- aunque no entienda el sentido de lo que habla.
Un hombre que habla en lugar de otro Moisés tartaja quiere que hable delante del Faraón su hermano Aarón más suelto de lengua.
Un hombre que componía y cantaba himnos de alabanza a Dios con energía y entusiasmo, los cantores como, David en la corte de Saúl.
Un hombre que obraba alguna maravilla, prodigio o milagro. Exclamaban: un gran profeta ha surgido entre nosotros.
También existirán siempre falsos profetas que con sorna y agudeza, con sal y salsa fascinaran a los incautos e incrédulos del vulgo.
Solamente el único, propio y verdadero “profetismo” es un –don de Dios y una señal cierta e inequívoca de la misión divina.

Manuel Latorre de Lafuente

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