SPRICH - WORTEN - 281
Dios protege y pone orden y disciplina en todo lo que ha creado por eso nos advierte a los hombres de los peligros y daños que puede causar la sexualidad y como custodia nos da también el noveno mandamiento de la ley de Dios " No consentirás pensamientos ni deseos impuros " ahora va de " internis ", pensamientos y deseos, ya nos advirtió en el sexto mandamiento - va de " "externis " , prohibiendo actos y acciones deshonestas. Ahora va al interior, al corazón, al alma donde empieza el origen del mal - el pecado - no basta el feismo o farismo del exterior o fachada. El hombre está construido así - cuerpo y alma - antes de pecar con el cuerpo ya peca con el corazón. " De dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones ". Por eso la lucha y atención - mandamientos, oración, castidad, pureza - contra la concupiscencia que nos propone Dios pasan por la purificación del corazón, Dios nos quiere limpios, santos y castos por dentro y por fuera. " Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios " . La virtud de la pureza ha de alcanzarse solo con la ayuda de Dios y con la lucha personal porque el lodo de la impureza mancha - en la concupiscencia anida el egoismo de altura - que nos aleja del bién, del amor de Dios y del prójimo. Dios lo advierte porque queda desde el pecado original esa herida abierta o tirón de la carne que reclama con " egoismo " el placer de la sexualidad sin tener en cuenta la disciplina y los fueros de Dios sobre el cuerpo. La impureza ciega y obscurece. El hombre no es una bestia incapaz de remontar sus instintos como pretende la permisividad de las costumbres y el ambiente social, Dios al poner estas normas de juego desde la misma raiz interior " No manda ningún imposible, sino que cuando lo ordena advierte que hagas lo que puedas, que pidas lo que no puedas y El te ayudará para que puedas " sic San Agustín. San Juán nos recuerda esta triple concupiscencia que configuran al ser humano " Concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida " este es el paquete de cada uno como consecuencia del pecado original. La concupiscencia en si misma no es mala ni es pecado, pero inclina al pecado y solo daña al que consiente y no combate. Sucede lo que a las moscas en verano cuando se posan son molestas en la cara, el que posen no depende de nosotros - de nosotros depende el ahuyentarlas - . Es bueno y santo luchar contra las tentaciones contra la castidad, evitar las ocasiones y pedir ayuda " Hacer lo posible por quitar la tentación de encima " para no perder la paz y la alegría. Hermanas pequeñas de la castidad son el pudor y la modestia no solo del cuerpo sino de los sentimientos y deseos. El erotismo y el libertinaje sexual que impregna la sociedad - leyes y costumbres - atentan no solo contra la fe sino contra la dignidad humana. La historia nos cuenta que si no se vive la pureza, las personas y los pueblos se embrutecen, viviendo como las bestias. " Ad casum...." nos recuerda San Ambrosio " Quién no sabe o no quiere controlar su concupiscencia es como un caballo desbocado, que en su violenta carrera atropella cuanto encuentra, y él mismo caballo, en su desenfreno, se maltrata, patalea y hiere " .
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