viernes, 16 de septiembre de 2022

                                                      SPRICH   -  WORTEN  -  281

Dios   protege  y   pone orden  y disciplina   en todo  lo que ha creado    por eso  nos  advierte  a los   hombres   de los  peligros  y daños   que puede  causar  la sexualidad  y  como  custodia nos da  también  el  noveno mandamiento  de la ley de Dios  "   No consentirás  pensamientos  ni deseos impuros  "    ahora    va   de  " internis ",   pensamientos  y  deseos,    ya nos  advirtió  en el sexto  mandamiento  -   va  de  "  "externis " ,  prohibiendo   actos y acciones  deshonestas. Ahora  va  al interior, al corazón, al  alma   donde empieza el  origen   del mal  -  el  pecado -   no basta  el   feismo   o   farismo   del exterior  o  fachada. El hombre está    construido  así  -  cuerpo   y alma -   antes de pecar  con  el cuerpo  ya  peca   con el corazón. "  De dentro  del corazón  salen  las intenciones  malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones ".  Por eso  la  lucha   y  atención  -   mandamientos,  oración,  castidad,  pureza  -   contra la concupiscencia  que nos  propone  Dios  pasan  por la purificación  del corazón,  Dios nos quiere  limpios,  santos y castos  por dentro  y  por fuera. " Dichosos  los limpios de corazón porque ellos verán a  Dios  " . La  virtud  de la pureza ha de alcanzarse  solo  con la ayuda de Dios y  con la lucha personal  porque el lodo de la impureza  mancha  -  en la  concupiscencia  anida  el egoismo  de altura -   que  nos aleja  del  bién,   del amor de Dios  y del prójimo. Dios  lo advierte   porque  queda desde el   pecado  original  esa herida abierta  o tirón  de la carne  que   reclama  con  " egoismo "   el placer  de la sexualidad  sin tener  en cuenta  la disciplina  y  los fueros  de Dios  sobre el cuerpo. La impureza ciega  y obscurece. El hombre  no es una   bestia  incapaz    de remontar  sus instintos  como pretende  la permisividad   de las costumbres  y el  ambiente social,   Dios  al poner  estas  normas  de juego   desde la misma  raiz interior  "  No  manda ningún imposible, sino que  cuando lo ordena advierte  que hagas lo que  puedas, que pidas lo que no puedas  y  El  te ayudará para que puedas  "   sic  San Agustín. San Juán   nos recuerda  esta  triple  concupiscencia  que configuran  al ser humano  "  Concupiscencia  de la carne,  concupiscencia    de los ojos  y la soberbia  de la vida  "    este   es el paquete  de cada uno  como consecuencia   del pecado original. La  concupiscencia  en si misma no es mala  ni es pecado, pero  inclina  al pecado  y solo daña  al que  consiente  y  no combate. Sucede  lo que  a las  moscas  en verano  cuando se posan  son molestas en la cara, el que posen  no depende  de nosotros  -  de nosotros depende el ahuyentarlas  - . Es  bueno  y santo  luchar contra las tentaciones  contra la castidad, evitar  las ocasiones  y  pedir ayuda  "  Hacer lo posible  por quitar la tentación  de encima "   para no perder  la paz y la alegría. Hermanas pequeñas  de la castidad  son el pudor  y la modestia   no solo del cuerpo sino  de los sentimientos y deseos. El erotismo  y  el libertinaje sexual  que impregna     la sociedad  -  leyes y costumbres -    atentan  no solo  contra la fe  sino  contra la dignidad  humana. La historia  nos cuenta  que si no se vive  la  pureza, las personas  y los pueblos  se embrutecen, viviendo como las bestias. " Ad  casum...."   nos recuerda San   Ambrosio  "   Quién no  sabe o no quiere  controlar  su concupiscencia  es como un caballo  desbocado,  que en su violenta  carrera atropella  cuanto encuentra, y él mismo  caballo, en su desenfreno,  se maltrata,  patalea  y hiere  " .   

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