SPRICH - WORTEN - 282
Dios deja todo bién atado y puntualizado para que su creatura preferida y previlegiada sepa y pueda orientarse con seguridad hasta el Cielo. Los bienes materiales que les regala pueden ser un estorbo y por eso eso nos pone en el panel también el décimo y ultimo mandamiento que anuncia " No codiciarás los bienes ajenos " . Un toque de atención de Padre porque sabe que ese peligro está ahí y el hombre se olvida de que vale mas que todas las cosas y se pega a las cosas. Salta la avaricia, el deseo desordenado de las riquezas y de los bienes de los otros y la envidia que es tristeza ante los bienes del projimo. La codicia se explica en un pagano que no tiene otra esperanza que los bienes caducos y terrenos, pero en un cristiano que tiene la esperanza teologal mas allá del tiempo y de las cosas efímeras y tiene el mayor deseo del hombre que es ver a Dios. ¡ Quiero ver a Dios ! . Es el grito y deseo de todo humano. El hombre realiza su verdadera y plena felicidad en la visión de aquel que lo ha creado por Amor y lo atrae hacia sí en su infinito amor. Así lo recuerda San Gregorio de Nisa: " El que ve a Dios obtiene todos los bienes que se pueden concebir ". Dios baja a lo mas interior y profundo de nuestro ser para proteger y ayudar en este conflicto interior de desorden y de tensión que este uso de los bienes materiales que el hombre necesita para subsistir y desarrollar su vida en la tierra. Es necesario que el hombre haga fructificar sus talentos - su ingenio y el trabajo - todas las posibilidades económicas para ejercer su libertad, ayudar a la familia y promover el bienestar social, pero no puede esclavizarse y estar pegado a los bienes efímeros porque el hombre es más y vale más. La conformidad con lo que Dios nos da nos hace felices, la avaricia, la codicia y la envidia de lo que no se posee es lo que no hace feliz a nadie. El verdadero tesoro y riqueza está en el Cielo. Zaqueo y Lázaro eran hombres ricos, pero no tenían el corazón pegado a las riquezas porque en su corazón estaba el amor y la amistad con Jesús. No toda riqueza es mala, ni toda pobreza es buena. No todos los ricos se condenarán ni todos lo pobres se salvarán. Hay muchos ricos que tienen su corazón lleno de Dios, y hay muchos pobres que tienen su corazón ocupado con una cadenita de oro o cucharita de oro, pero son cadenas que nos alejan de Dios. De nada nos sirve vivir sin un céntimo si acariciamos el deseo de poseerlo. Se puede ser avaro sin tener dinero. Nos recuerda San José María : " No consiste la verdadera pobreza en no tener, sino en estar desprendido, por eso hay pobres que realmente son ricos ". El décimo mandamiento nos ayuda al desprendimiento y la lucha contra el apego de los bienes de la tierra, fomentando el deseo de la felicidad verdadera que se alcanza - aquí - viviendo en gracia de Dios por encima de todo y después - en plenitud - en el Cielo, viendo a Dios y gozando de Dios. Nos recuerda también esta ley universal " No bajan con el rico al sepulcro sus riquezas ".
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