SORICH - WORTEN - 278
De todos los bienes que encontramos en la tierra al nacer los hombres somos administradores: los hemos recibido, familia y cosas que se necesitan para vivir y desenvolverse. Si todos los bienes recibidos no estorban para alcanzar nuestro fin que es el Cielo, ya no se llaman bienes sino males. No es el hombre para las cosas sino las cosas para el hombre. El hombre para proteger su autonomia, libertad y estímulo del trabajo necesita la propiedad privada - casa, dinero, tierras - y los sistemas o políticas que anulan o coartan la libertad, el trabajo, y la propiedad privada - derechos y deberes fundamentales del hombre son antinaturales - contra naturam - . Teniendo en cuenta esos principios básicos y originales, armonizarlos y tutelarlos es el objetivo y misión del séptimo y noveno y el décimo mandamiento de la Ley de Dios. Ahora el séptimo mandamiento prohibe todas las actuaciones que atentan contra los derechos del projimo: el robo, quitar o retener una cosa cont5ra la voluntad de su dueño; la usura que es prestar dinero u otra cosa exigiendo un interés excesivo; el fraude es dar una cosa por otra o no dar el justo peso y medida; prohibe también retener deliberadamente objetos perdidos, pagar salarios injustos, la especulacion de precios y terrenos, la corrupción en los que tienen que tomar decisiones, el fraude fiscal, falsificación de cheques de letras y facturas, gastos excesivos y despilfarro. Toda la gusanería que crece en la conducta de los hombres en nuestra sociedad lejos de la justicia, del amor y del temor de Dios. El pecado grave del robo se puede perdonar en la confesión, pero es necesario devolver lo robado o reparar el daño. Dios créo el hombre " Ad laborem " para trabajar y este es el significado del trabajo que es un derecho y un deber mediante el cual el hombre colabora con Dios Creador. Trabajando con empeño y competencia, la persona actualiza las capacidades inscritas en su naturaleza, exalta los dones del Creador y los talentos recibidos, procura su sustento y el de su familia y sirve a la sociedad y por la gracia de Dios el trabajo se convierte en un medio de santificación y colaboración con Cristo para la salvación de los demás. El Estado procura la seguiridad y defensa de los derechos y libertades y de la propiedad privada, vigila y encauza el ejercicio de los derechos humanos inalienables. Los trabajadores deben cumplir con su trabajo en conciencia, con competencia y dedicación. La Iglesia enciende las luces rojas e interviene - con su doctrina social - en materia social y económica, e incluso en el plano internacional, anunciando que todas las naciones e instituciones deben obrar con los principios de la solidaridad y subsidiaridad para eliminar o reducir la miseria y la desigualdad de los recursos y de los medios económicos, las injusticias económicas y sociales, la explotación de las personas, acumulación de las deudas de los paises pobres y de los mecanismos perversos que obstaculizan el desarrollo de los paises menos desarrollados. Este emporio - commercium humanum - no es una ciudad sin ley o del - primi capientis - del primero que llegue y que lo coja, sino que tiene unas barreras y unos límites controlados, regulados y sancionados también por el séptimo mandamiento de la ley de Dios: " No roborás...." .
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