SPRICH - WORTEN -375
" SAN PABLO, PRISIONERO Y TESTIGO DE CRISTO "
"SAN PABLO EN JERUSALÉN " " DE MILETO A JERUSALÉN " " EL PROFETA AGABO "
Ahora seguimos el relato lucano en los Hechos para el regreso de Pablo desde Mileto a Cesarea. Finalizado el discurso de despedida de los presbíteros en Mileto nos despedimos de ellos nos hicimos a la mar para doblar la costa suroeste de Asia Menor que nos mete en el mar mediterránero que nos llevará por las islas de Rhodas y de Chipre a las costas de Siria en Palestina. De Mileto bajamos a Cos, al dia siguiente a Rhodas y luego Pátara, encontramos una nave que zarpaba para Fenicia, nos embarcamos en ella y partimos. Avistamos la Isla de Chipre y dejándola a babor, continuamos navegando a Siria .Llegamos a Tiro donde la nave debía dejar su carga. Encontramos allí a los hermanos y discipulos y permanecimos alli siete dias .Movidos por el Espíritu, ellos le decían a Pablo que no subiese a Jerusalén. Concluidos aquellos dias salimos para continuar el viaje.Nos acompañaron todos con sus mujeres e hijos hasta fuera de la ciudad. Puestos de rodillass en la playa, hicimos oración, nos despedimos unos de otros y subimos a la nave y ellos se volvieron a sus casas. Nosotros terminado el viaje por mar desde Tiro, arribamos a Ptolemaida, saludamos a los hermanos y permanecimos un dia con ellos. Al dia siguiente partimos y llegamos a Cesarea, donde fuimos a casa de Felipe el Evangelista - predicador del evangelio - que era uno de los siete y nos quedamos con él. Tenía cuatro hijas virgenes que profetizaban. Llevábamos allí varios dias cuando llegó desde Judea un profeta que se llamaba Agabo. Vino a nosotros, tomó el cinturón de Pablo y atándose las manos y los pies dijo: Esto dice el Espíritu Santo, en Jerusalén atarán asi al hombre a quién pertenece este cinturón y le entregarán a manos de los gentiles. Cuando lo oimos, tanto nosotros como los del lugar le rogamos que no subiera a Jerusalén .Entonces Pablo respondió: ¿ Qué haceis llorando y afligiendo mi corazón ? Yo estoy dispuesto no solamente a que me aten, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús. Como no podiamos convencerle, dejamos de insistirle y dijimos ¡ Fiat voluntas Dei ! Hágase la voluntad de Dios. San Pablo, como hizo el Maestro en su vida terrena, marcha con determinación hacia Jerusalén, sabedor de que allí encontrará la cruz y su ejemplo mueve una vez mas a sus discípulos a aceptar lo que Dios ha dispuesto.
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