jueves, 2 de febrero de 2023

                                                                SPRICH    - WORTEN   - 469

                                                           "CORPUS PAULINUM  "  Nº  5

                                               " EPISTOLE PROS EPHESIOUS "  A LOS EFESIOS"

                      " MATRIMONIO SACRAMENTO    DE LA UNIDAD  DE CRISTO Y LA IGLESIA " 

Cuando  Israel  fué redimido  de la esclavitud   egipcia, la sangre   del cordero  pascual  con la que habían  sido rociadas las puertas    de las casas  israelitas  fué   la   señal   distintiva  de   quienes debían salvarse. De modo análogo,  el sello   de Espiritu Santo, recibido  en los sacramentos  de Bautismo y de la confirmación, es la señal  imborrable  grabada  en el alma  de quienes  son llamados   a la salvación  en virtud  de la  Redención  realizada   por Cristo. Por eso  se advierte  con claridad  que quienes llevan una vida desordenada  - sin Bautismo, sin Confirmación,  lejos   de las  exigencias  y  coherencia    con estos sacramentos  y ajena   a Cristo, no participarán   del Reino  de   Dios. Lo  mismo  el sacramento  del  matrimonio  que  es un sacramento grande y santo  donde  Cristo se hace presente  a los esposos  y lo convierte en un   camino   de  amor   y  de  santidad. El  Apóstol   establece  una analogía,  por la cual el marido representa a Jesucristo  y la esposa  a la Iglesia  y su  recíproca pertenencia  -   entrega  del uno a la otro  -   es una representación  real - signo sacramental  -  de Cristo  con  la Iglesia, a  quién quiere, ama, alimenta,  defiende, protege, ilumina,  purifica, santifica    y  salva. ¿ A  qué  vienen estas  leyes  perversas  de  la Ideologia   que atacan  al  matrimonio  y quieren  exterminar   hasta  el lenguaje  coloquial   y familiar: "  Mi mujer.....Mi marido...." .? .  Pero  demos razón  de nuestra  fe  según la doctrina  de San Pablo:   Imitad, por tanto,  a Dios,  como hijos  queridísimos  y caminad  en el amor, lo mismo  que Cristo nos amó  y se entregó  por nosotros  como oblación  y ofrenda  de suave olor ante  Dios.  Como  conviene  a los santos,  la fornicación  y toda impureza o avaricia  no  se nombren entre vosotros;  ni  palabras torpes, ni conversaciones  vanas  o tonterías,  que no convienen.  Haced  más bién acciones de gracias. Porque   debéis tener bién claro  y aprendido  esto: que   ningún   fornicario  o impúdico o avaro, que es como  un  adorador  de ídolos, puede  heredar el Reino   de Cristo  y de Dios. Que nadie os engañe  con palabras  vanas,  porque  por   culpa de  esto vino   la ira   de Dios  sobre los hijos   de la rebeldía. Por  tanto,  no os   hagáis  cómplices  suyos. En otro tiempo érais tinieblas, ahora  en cambio  sois luz  en el Señor:  caminad  como hijos  de la luz, porque  el fruto  de la luz  se manifiesta  en toda  bondad,  justicia  y verdad.  Sabiendo  discernir   lo que es agradable   al  Señor, no pariticipéis   en las obras estériles  de las tinieblas, antes bién  combatidlas,  pues   lo que estos  hacen  a escondidas  da vergüenza hasta  decirlo. Todas  esas cosas, al ser  puestas  en evidencia  por la luz, quedan  a la vista,  pues todo   lo que se ve es luz.  Por  eso: Despierta, tú que  duermes, álzate  de entre los muertos  y Cristo  te iluminará. Así pués, mirad  con cuidado cómo vivís:  no como necios, sino  como sabios;  redimiendo el tiempo, porque los dias  son malos. Por  eso no   os volváis insensatos, sino  entended  cuál es la voluntad   del Señor. Y  no  os embriaguéis   con vino,  que lleva  a la lujuria;  al contrario,  llenaos   del  Espíritu, hablando   entre vosotros, con salmos , himnos  y canticos espirituales, cantando  y alabando  al Señor  en vuestros corazones, dando  gracias  siempre  por todas  las cosas  a Dios Padre, en el nombre   de nuestro Señor Jesucristo. Estad sujetos unos otros  en el temor   de Cristo. Las mujeres  a sus maridos  como el señor, porque  el   marido  es cabeza   de la mujer, así  como Cristo  es cabeza de la Iglesia, que  es  su cuerpo, del cuál él es el  salvador. Pues  como  la Iglesia  está sujeta  a Cristo, así  también  las mujeres  a sus maridos  en todo. Maridos: amad  a vuestras mujeres  como Cristo  amó a su Iglesia  y se entregó  a si mismo  por ella  para santificarla,  purificándola  mediante  el baño   del agua  por la palabra, para mostrar  ante sí mismo  a la Iglesia  resplandeciente, sin mancha, arruga  o cosa parecida, sino para que  sea  santa  e inmaculada. Así deben los maridos  amar  a sus mujeres, como  a su propio  cuerpo. El que ama  a su mujer, así  mismo  se ama, pues nadie aborrece  nunca  su propia carne, sino que   la alimenta  y la  cuida, como Cristo  a la Iglesia,   porque  somos miembros   de su cuerpo. Por esto dejará  el hombre  a su padre  y a su madre  y se unirá a su mujer  y serán los dos  una sola carne. Gran misterio es éste, pero  yo   lo digo  en relación  a Cristo y a la Iglesia. En todo  caso,  que cada  uno  de vosotros  ame a su mujer  como a sí mismo  y que la mujer  reverencie al marido. Nota   bene:  No  es  posible  hablar,  ni tratar, ni defender   mejor  al matrimonio -  sacramento  grande  y santo,  imitando  el amor  y  la entrega  de  Jesucristo  -  unidad   e indisolubilidad  -     como  enseña   este manual  o carta    del Apostol,     lejos  del  maltrato, violaciones, señorios,   egoísmos,  soberbias,  desamores,   incomprensiones,  esclavitudes,    separaciones,   machismos  y    divorcios.   

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