Con qué facilidad los hombres nos olvidamos las cosas y las lecciones de la historia.
El hombre puede olvidarse y alejarse de Dios para pretender vivir por libre pero inmediatamente se le ve el plumero y salta la alarma: la torre de Babel, Sodoma y Gomorra, el hozar del hijo pródigo entre cerdos y bellotas, la pretensión de llamar matrimonio al emparejamiento de dos hombres o de dos mujeres, o la cohabitación de dos caballos.
Al olvidar, negar o abandonar a Dios todo está permitido, ya todo es igual en la sociedad: Babel, Sodoma o Gomorra, cerdos y bellotas. Ley de selva, jauría, imposibilidad de buena ecología, uniones entre hombres y uniones entre mujeres.
Todavía estamos a tiempo de pensar y corregir: “principiis obsta, sero medicina paratur”... Pon remedio al principio, luego será tarde. Gobernar es guiar y dirigir, ordenar.
Los griegos ya nos hablan de la rectitud y de la moral como algo fundamental y básico en los gobiernos. Dicen “Ortodoxia” y “Ortopraxia” es decir, buenos principios, buena doctrina y filosofía y buena praxis o buen quehacer.
Ni Babel, ni Sodoma y Gomorra, ni las bellotas ni los cerdos, ni el “matrimonio” de hombres ni el “patrimonio” de mujeres jamás traerán algo bueno para la humanidad, ni para ninguna sociedad, ni para los hombres ni para las mujeres, ni para los jóvenes ni para los niños ni para nadie. Es una señal de falta de dirección, de guia y buen ordenamiento.
Una tal pretensión de intentar legalizar la unión de hombres entre sí y de mujeres entre sí es querer asar manteca o llamar ecología a un estercolero.
No hace falta meter a Dios en esta salida de pista o derrapamiento de la buena marcha que llevaba la sociedad.
Para un tal desatino y desmadre inmoral también nos lo recuerdan los griegos con los vocablos “Loxodoxia” y “Loxopraxia”, es decir, una oblícua y larga dirección, guía o gobierno y una difícil y conflictiva praxis o modus vivendi. Fatal dirección y difícil convivencia.
Nosotros, los de a pié, los de abajo podemos leerlo y traducirlo así: pretender andar como el cangrejo, ladeándose en zig-zag en tramos de muchos riesgos con pocas y malas señales.
Manuel Latorre de Lafuente
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