jueves, 26 de mayo de 2011

QUE PASÓ AL PRINCIPIO...?


Al principio de todo, cuando empezó a rodar el Cosmos, solo estaba Dios y fuera de Dios nada existía.
Cuando el Creador se decidió puso algo en medio de esta nada –apareció eso así configurado: tierra, mar y aire, plan pensado por Dios, cuando El quiso y como quiso. Lógicamente todo estaba en orden y en su sitio, muy bién –valde bonum-.
Dentro de esta creación –valde bonum- había un solo peligro y riesgo: dos clases de seres o realidades distintas y superdotadas, más perfectas que toda la restante creación, los ángeles y los hombres. Seres distintos por ser “libres”, podían decir que sí o que no, hacer una cosa o la otra, no eran automáticos ni de piñón fijo, podían ser buenos o malos, podían vivir en estado de justicia y gracia o rebelarse y ponerse en contra del Creador, podían ser fieles al plan del Creador o negarse, podían elegir vivir o morir, podían ser felices o padecer y sufrir.
Con este regalo, don y perfección de la “libertad” y su fidelidad de estos seres aportaría a la Creación toda clase de bienes y de vida, de lo contrario su rebeldía atraería toda clase de males conocidos y desconocidos y también la muerte.
Ambos protagonistas fallaron y cayeron. Así es y así será –a ti y a mí no nos extraña- en la historia del mundo y del hombre está como algo innato y familiar presente la caída, el fallo, el pecado.
Los Ángeles –libres- inicialmente creados buenos por Dios se transformaron en malvados mediante una libre e irrevocable elección, dando origen a Satanás y demás demonios y el infierno. Desde entonces los demonios intentan asociar al hombre a su rebelión contra Dios.
Ya el primer hombre tentado por el Diablo quiso ser –sicut dii- ser como Dios, inmediatamente perdieron para sí y para sus descendientes –por razón del único origen de la humanidad- todo lo bueno y el adorno –el valde bonum- la justicia, la felicidad, la gracia original y merecieron la muerte.
Este primer fallo o pecado se llama por ser el primero, original y todos los demás son una copia perfecta.
Así es sin remedio la condición del nacimiento de todos los mortales, un pecado contraido y no cometido por nosotros pero toda la humanidad sufre y padece  las consecuencias y los trastornos y seguimos cometiendo, copiando y repitiendo el mismo fallo.
Esta es la revelación y explicación única y válida de la marcha de este mundo y no hay otra –porque esta es divina en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento, a la muerte, inclinada a la soberbia y al pecado –llamada concupiscencia- pero el Creador ante esta caída o fallo no abandonó la Creación y puso remedio a esta –feliz culpa- con el anuncio del “Protoevangelio” que el mal y la muerte serían vencidos.

  D. Manuel Latorre de Lafuente

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