Después de haber creado Dios los cielos y la tierra como marco, habitat o plataforma para los hombres, para su pueblo elegido y para toda la humanidad que va llegando les impone una alta moral y santidad.
En el tercer libro de la Biblia , el Levítico por los hijos de Leví les empieza a enseñar y a exigir a los hombres, a su pueblo, fieles y sacerdotes un “novus modus vivendi” la santidad: “Santificaos, sed santos, leguaje enfático y unísono que va a sonar como música de fondo en toda la Biblia hasta el último libro del Apocalipsis que recuerda: “Qui sanctus est, sanctificatur adhuc...El que es santo se santifica más...”
La biblia no va a enseñar más que esto: La revelación, el interés , la intimidad, la comunión, la vida en común de Dios Padre con sus hijos y con su pueblo, historia, ejemplos, leyes, normas y preceptos, la carta magna del Evangelio, ejemplo de Cristo y de todos los santos dentro y fuera de la Biblia.
Dios no quiere ni necesita nada de los hombres, no exige nada, solo quiere una cosa: “ La santidad de sus hijos los hombres...” Mea voluntas est sanctificatio vestra... Quiero vuestra santidad...
Dad ejemplo, insiste, santificaos y sed santos porque yo vuestro Dios soy santo. Antes de la constitución del mundo y sólo para eso lo he creado, nunca he pensado otra cosa, sólo en la multitud de mis hijos santos.
Dirá Cristo: “ Por ellos ruego, Padre, por los que están en el mundo...”
La santidad no es imposible ni algo raro, es algo natural, normal, universal por ser para todos los hombres, hijos de Dios.
El hombre no puede vivir una vida simplemente de animal o de bestia porque esa forma de vida ya está ocupada y reservada.
Todos los hombres servimos y estamos hechos para ser santos, es la voluntad y plan del Creador al hacernos así.
La santidad nunca ha sido otra cosa: Luchar por hacer las cosas al derecho, cada uno en su sitio en la viva presencia de Dios.
Viva presencia y amistad con Dios que solo viene por medio de la “gracia “
Hacer las cosas bien y al derecho simplemente o chapucear es fácil más o menos, pero intentar hacerlas bien y en gracia de Dios ya cuesta un poco más y exige más cuidados.
Todos disponemos de los elementos gratuitamente que componen la santidad. El poder hacer las cosas y la “gracia-gratis” de Dios. Dicen los italianos ahora “bisogna” unir estos elementos, hay que conjugar estos ingredientes.
Dios no espera otra cosa de los hombres y le sobran todas las sinrazones, desganas, astucias y malabarismos.
Todavía hoy desde las primeras y antiguas llamadas del levítico hay crisis de santos y en el fondo es la causa primera o raiz óntica de todos los males que afloran por oponerse radicalmente y en principio al querer de Dios.
Como el caso de aquella señora que sintiendo la llamada a la santidad toma la decisión de vivir sola en una montaña y a la que replica su amiga: Pero, Rosa ¿tú pretendes ser santa o ser cabra?
Manuel Latorre de Lafuente
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