jueves, 26 de mayo de 2011

CARTA DE BERNABÉ

Dentro de la literatura antigua en tiempo de los Apóstoles, estudia la Patrística una conocida y famosa carta con el nombre de “Carta de Bernabé”. Según los expertos y estudiosos tiene poco de carta y no es del Apóstol Bernabé.

No es carta, porque le faltan los elementos y el marco auténtico que caracterizan y configuran el género literario de carta o epístola. Falta el nombre del remitente y del destinatario y el motivo de la correspondencia, tiene un simulacro de saludo y de despedida.
Como podemos concluir de su título o epígrafe, se puede encasillar en el prolífico género literario de una carta o correspondencia atribuida al Apóstol Bernabé.
Está considerada como una carta apócrifa o pseudo-epigráfica. Aunque algunos códices antiguos – codex sinaíticus- la colocan en sus catálogos como algo de gran valor.
No aparece el nombre del autor por ninguna parte ni en ningún momento, pero la tradición la atribuye a Bernabé.
Algunos opinan que cuando fue redactada la carta ya había muerto Bernabé. Otros dicen que fue escrita por un cristiano de la gentilidad en Egipto sobre el año 130. El motivo fue animar a los cristianos ante el peligro de los judaizantes – cristianos convertidos del judaísmo – que añoraban las prácticas de la Ley de Moisés y pretendían exigirlas también a los seguidores de la nueva Ley de Cristo.
El cuerpo de la carta, de mucho valor para la primitiva cristiandad, consta de 21 capítulos, dividido en dos partes.
Tras una breve fórmula de saludo y exordio, en la primera parte analiza con profundo conocimiento de la Sagrada Escritura el Antiguo Testamento, comparándolo con el Nuevo Testamento, destacando el supremo valor de éste y la insondable riqueza de su contenido sobre Dios, sobre Cristo y sobre el nuevo Pueblo de Dios y sus obligaciones éticas.
La segunda parte tiene un carácter didáctico y contiene una descripción de la vida cristiana y las normas morales del cristianismo.
Expone la vieja doctrina de los “dos caminos”: el camino de la luz y el camino de las tinieblas, doctrina procedente del judaísmo y que aparece en otros muchos escritos como en la “Didaché”, que estudiaremos a su tiempo. Exhorta a observar los Mandamientos del Señor.
El autor interpreta todo el Antiguo Testamento no de una forma literal, sino espiritual, como una profecía, tipo y figura referida totalmente a Cristo y la nueva y definitiva vida cristiana, y afirma que los cristianos son los receptores de la Alianza y de la Escritura.

Manuel Latorre de Lafuente

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