viernes, 27 de mayo de 2011

ISRAELITAS


Dios quiere y protege fielmente a su pueblo –sus amigos los hombres- y su trato nunca es cruel sino amoroso, pero escribe derecho con líneas torcidas.
Después del fracasado sacrificio de Isaac y la muerte de Abraham, Dios bendice y protege a Isaac y a su hijo Jacob. Así arranca la genealogía de Cristo.
Isaac tuvo dos hijos: Esaú y Jacob. En una primera línea torcida Esaú vendió a Jacob los derechos de la primogenitura por un simple plato de lentejas.
Dios se vale de los fallos y momentos flacos de Esaú para bendecir a Jacob y de las faltas de los hermanos de José para establecer a su pueblo en Egipto, allí oprimido por los faraones elige a Moisés para conducirlo a través del desierto a la Tierra prometida.
Otra línea torcida, Jacob suplantó a su hermano Esaú robándole con engaño la bendición y herencia paterna. Por tantas y tamañas tropelías tuvo que huir de la presencia de su hermano y buscó mujer no en Canaán sino en tierras lejanas de sus padres y abuelos, entre los parentescos de Labán, hermano de su madre en Mesopotamia.
Una página importante de la Biblia nos habla del famoso “sueño de Jacob” cuando vió una gran escala entre el Cielo y la tierra, un puente de comunicación, los hombres pueden hablar con Dios y Dios les responde y los escucha, las oraciones y súplicas suben y bajan. Es una figura o anticipo del verdadero y único puente y mediador entre Dios y los hombres: Cristo-Jesús.
Al despertar hizo un altar o ara, selló y llamó a aquel sitio hasta hoy “Betel” o casa de Dios.
De retorno a Canaán temía las reacciones de su hermano Esaú y durante una noche sostuvo una enconada pelea contra un varón desconocido y misterioso que viendo como Jacob se defendía y resistía le tocó la articulación del muslo mientras le preguntaba cuál era su nombre. Le contestó: Jacob. El personaje misterioso le dijo: Tu nombre ya no será en adelante Jacob sino Israel porque peleaste bravamente con Dios y con los hombres.
Jacob llamó a aquel lugar “Fanuel” porque yo he visto a Dios cara a cara y sin embargo ha quedado a salvo mi vida y se marchó cojeando del suelo.
Los planes de Dios no coinciden con los miopes planos de los hombres. Dios sabe más y tiene sus planes y voluntades sobre cada hombre.
“Hágase tu voluntad...” Solo cumpliendo la voluntad de Dios se llega a la tierra prometida: el Cielo. No hay otro camino.
Jacob tuvo doce hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Gad, Aser, Dan, Neftalí, José y Benjamín, que con sus parentelas y familias configuraron y constituyeron las tribus Israelitas o pueblo de Israel.

Manuel Latorre de Lafuente

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