El conocimiento perfecto sobre cualquier cosa exige, según los griegos, conocer el principio (arjé), el medio -mesos- y lógicamente el final (telos), por donde conocer un río exige saber dónde nace, por dónde va o meandrea y dónde acaba o desemboca.
El querer saber algo sobre este mundo o Kosmos siempre es importante, porque es el marco donde nos movemos y vivimos.
Los sabios y entendidos tienen derecho a decir lo que quieran, pero un mínimo de sensatez impone escuchar al Autor y Creador del mundo -no vaya a ser verdad y cierto lo que nos dice–.
Este mundo evidentemente tuvo un comienzo, un empezar a rodar, un origen, una salida o entrada –génesis o arjé-. Cómo se va desarrollando, nos lo cuenta la historia y el devenir y, naturalmente, debe tener un final (telos)
El Creador nunca se opone a que los hombres indaguen, investiguen, estudien seriamente (cuanto más, mejor) sobre el origen del mundo. Pero también podemos escuchar una vez más esta primera página del origen del mundo y de los hombres, la historia del Cielo y de la tierra.
El primer libro de la Biblia habla del origen y nacimiento (Génesis), de ahí su nombre.
Dice así: “Al principio (en arjé) creó Dios el Cielo y la tierra”, una sorprendente realidad y novedad, que ahora estamos acostumbrados a ver, palpar y disfrutar, pero Dios no consultó con nadie, sino que nos regaló esta sorpresa pensada y querida por Él para que los sabios y todos los hombres se diviertan y la gocen.
La tierra y el Cielo eran una soledad y masa caótica y en tinieblas, que cubría este abismo. Y para más intriga y sorpresa, y para que los sabios y todos los hombres estudien y se diviertan y disfruten, dijo Dios a aquella masa revuelta, obscura y en tinieblas: “Hágase la luz... “ y ahí está, la luz existió.
Vio Dios que la luz era buena y los hombres también lo ven, separó la luz de las tinieblas (más magia todavía) y sin consultar con ningún sabio puso un hermoso nombre a la luz (día) y a las tinieblas (noche); quiso a los dos, para que los hombres se entretengan y se diviertan de una manera variada y en un “hábitat” distinto durante el día y la noche.
El libro del Génesis sigue hablando de la omnipotencia del Creador al ir poniendo la plataforma y estanterías donde iba a colocar toda la creación, incluido el hombre y la mujer, que también son idea e imagen de Dios, la meta final y la coronación y perfección del Génesis.
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