En los primeros siglos del cristianismo, además de los conocidos “libros y escritos hagiográficos o Sagrada Escritura inspirada, canónica y santa, existe otra literatura reconocida, apreciada y de gran valor histórico, muy útil para el conocimiento del cristianismo naciente.
Proliferan todos los géneros literarios recogidos en el “Kanón” de la Biblia : Evangelios, Cartas Hechos, Acta, Periodoi, Praxeis y Apocalipsis.
Dejando atrás algunos escritos apócrifos o seudo-epigráficos dentro del género de los Evangelios, como el “Protoevangelio de Santiago” o el “Evangelio copto de Tomás” y, en el género de los Hechos, los “Hechos de Pedro” y “Hechos de Pablo”, comenzaremos por estudiar y detenernos un poco dentro de las Cartas Apócrifas, en la conocida y famosa “Carta de Bernabé” y también dentro del género apocalíptico expondremos el apreciado libro del “Pastor de Hermas”.
En los primeros siglos abunda la correspondencia epistolar como correo de comunicación y de ahí la prolífica aparición dentro de este género literario de las Cartas o epístolas homónimas, de ficción o imaginación, seudo-epigráficas, extracanónicas o fuera de la Biblia ; como ejemplo, conocemos la “Correspondencia epistolar entre Jesús y algunos personajes importantes y reyes”, la “Correspondencia entre San Pablo y el filósofo Séneca”, las cuales dejaron gran impresión en la antigüedad.
Como modelo y ejemplo de carta de ficción o seudo-epigráfica podemos ver la “Carta apócrifa de San Pablo a los Laodicenses”, originada y nacida de la observación que hace San Pablo en la carta canónica a los Colosenses (4,16): “Leída que sea esta carta entre vosotros, haced que se lea en la Iglesia de Laodicea y procurad también leer vosotros la de los laodicenses...”
La literatura apócrifa ofrece muchos datos para la historia, para la vida, para la devoción y para la iconografía, por el material y datos que maneja con absoluta independencia.
En torno a la literatura apocalíptica floreció la Sibila y los Oráculos Sibelinos. Sibila fue una profetisa en la antigua Persia, y ahora, en la primitiva cristiandad circulaban nuevas Sibilas y Profetisas en diversos lugares de Grecia (el más conocido, en Delfos), que eran consultadas por el pueblo para poder librarse del mal y de la opresión actual.
Manuel Latorre de Lafuente
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