Aunque, generalmente, lo que significan los nombres no definen ni se corresponden con lo que es la persona, en este caso “Policarpo” le va bien a este santo y mártir, por su labor pastoral muy fecunda y llena de frutos.
“Policarpo” es un vocablo griego derivado de “Polis” – que significa “muchos” – y de “Karpos” – que significa “fruto” - . El nombre significa, pues, “mucho y abundante fruto”.
Fue obispo de Esmirna – Asia Menor -, conoció a los Apóstoles, fue amigo de San Ireneo de Lyon y trató con San Juan, que le consagró como obispo de Esmirna. Acogió con gran afecto y cuidado a San Ignacio de Antioquía en su viaje al martirio de Roma, recibió personalmente una de las siete cartas de San Ignacio y también conservamos una carta de San Policarpo a los Filipenses, en la que exhorta a los fieles de Filipos a la unidad, dándoles consejos pastorales : a los presbíteros, diáconos, vírgenes, casadas y viudas. No menciona en la carta al obispo, porque en aquellos momentos no tenían al frente al Pastor.
Desplegó gran actividad contra las herejías y diversas sectas gnósticas. Cuando estalló la persecución, se escondió en una casa de campo y, descubierto por la traición de un esclavo, fue condenado a la hoguera. Murió en el año 155 a los 86 años de edad.
La comunidad cristiana de Esmirna, después de su martirio, escribió una carta a los fieles de Filomelium en la Frigia , que es conocida como el relato del “Martyrium Policarpi”, donde testigos oculares describen su martirio.
Cuando llegaron los perseguidores a prenderlo, el anciano Policarpo se puso a hablar con ellos cariñosamente y les invitó a comer y beber todo lo que les apeteciera. Luego lo llevaron y lo sometieron a toda clase de torturas y amenazas para que jurara en nombre del César y apostatara de Cristo, a lo que contestó con firmeza y valentía : “Llevo 86 años sirviendo a Cristo y nunca me ha fallado, y ahora, por un poco de tiempo más, no le voy a fallar yo...”.
Cuando querían clavarlo a un madero para luego quemarlo, les dijo con serenidad: “Que ahorrasen sujetarlo al madero con los clavos, pues no iba a escapar – por su avanzada edad – y, además, “no me van a sujetar más los clavos que el amor a Cristo ... “ . No lo clavaron.
Lo metieron en una hoguera muy activada y con gran llamarada, y Policarpo paseaba por en medio de ella protegido por una especie de bóveda. Entonces, el procónsul y la chusma enfurecida de rabia y a gritos, dieron orden de que se adelantaran unos sicarios, que le atravesaron el corazón con un puñal, y fue tal la cantidad de sangre derramada, que se apagó la hoguera...
Manuel Latorre de Lafuente
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