Para hablar de la historia de los Reyes de Israel a partir del siglo XI antes de Cristo la Biblia nos presenta cuatro libros: Primero, Segundo, Tercero y cuarto libro de los Reyes, así aparecen tradicionalmente inmediatamente colocados después del Libro de los Jueces o Gobernadores del Pueblo de Israel.
Los hebreos consideran que el último Juez y profeta Samuel fue el autor del primer y segundo libro de los Reyes. Además cuentan la historia del anciano Helí y de Samuel, el transito de los jueces a los Reyes, el origen de la constitución monárquica con su primer rey Saúl. El segundo libro narra desde la muerte de Saúl hasta el final del reinado de su sucesor David.
Por estas y otras razones los hebreos llaman a estos dos primeros libros de los Reyes: Primero y segundo libro de Samuel.
El tercer libro de los Reyes –llamado por los hebreos “Primer libro de los Reyes o Melachin”- cuenta la historia del Rey Salomón y la escisión de su reinado a su muerte entre sus hijos: Jeroboán con el reino de Israel al Norte de Palestina y Roboán con el reino de Judá al Sur.
El cuarto libro de los Reyes –llamado por los hebreos “Segundo Libro de los Reyes”- contiene la historia sincrónica de los 12 Reyes al Norte y de los 16 del Sur hasta el final y caída de sus respectivas monarquías.
El reino del norte con su capital Samaría cayó bajo la invasión y poder de los asirios en el año 722 antes de Cristo que los llevaron deportados a Asiria.
El reino del sur con su capital Jerusalén y su último Rey Sedecías fueron tomados por el babilónico Nabucodonosor en el año 586 antes de Cristo que los llevó cautivos a Babilonia.
La crónica o estampa de la monarquía del Pueblo de Israel es la misma historia y factura que todas las monarquías, unas con reyes santos y felices, otras con reyes falsos y desgraciados, aciertos y desaciertos de gobierno, con ministros sabios y prudentes, otros con ministros perversos y codiciosos, subditos leales y desleales.
En los “Libros de los Reyes” es obvia y clara la influencia o el sentido de la fuente “Deutoromista” que es la ayuda y premio de Dios a la fielidad o el castigo a la infidelidad del pueblo.
La pretensión y deseo del Rey David de construir un grandioso templo en Jerusalén a causa de su pecado e infidelidad quedó relegada a su hijo Slomón.
David, el rey más grande de su pueblo, el hijo más pequeño de la humilde familia Isaí, pecador, sabio y santo, recibió de parte del profeta Natán la promesa que de su linaje, vástago o raíz nacería el Humilde-Cristo, rey del Universo en la plenitud de los tiempos.
Manuel Latorre de Lafuente
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.