Sonatine de Clementi
PERFILES SOBRE EL MATRIMONIO
Según el plan y el querer de Dios el matrimonio es un sacramento que santifica la alianza o contrato del hombre con la mujer y le da las
gracias necesarias para cumplir sus deberes de esposos y de padres
cristianos.
Jamás ni la praxis ni el capricho ni la incultura ni la mayoría de votos
podrán cambiar la concreta y exacta realidad del matrimonio. Vale el
Como “unión natural” del hombre y de la mujer el matrimonio existe desde el principio del mundo “Urgeschichte”. Dios mismo lo estableció en el paraiso terrenal cuando bendijo a Adán y a Eva diciéndoles: “Creced y multiplicaos sobre la tierra”.
El matrimonio, como sacramento ha sido instituido por Jesucristo
que lo elevó a la dignidad santa dándole virtud para producir la gracia.
Entre cristianos no puede haber matrimonio sin ser sacramento. Es
decir, si no es sacramento el matrimonio no será válido ni verdadero.
Para los no bautizados la historia es otra.
La materia del sacramento del matrimonio consiste en la entrega de
sí mismos y la forma es la aceptación y el consentimiento mutuo que
hacen el uno al otro expresada ante el propio párroco o un sacerdote por
el delegado y dos testigos.
Efectivamente los ministros o agentes de este sacramento son los
dos contrayentes.
La unión matrimonial —indisoluble— es una señal sensible que
representa la unión e intimidad de Jesucristo con su Iglesia. Los hombres
y mujeres son totalmente libres para casarse pero ya no son libres para
descasarse.
Según la lectura de San Pablo esta realidad es un “sacramentum
magnum” que ayuda a las mujeres para que estén sujetas a sus esposos
—como la Iglesia está sujeta a Jesucristo– y también ayuda a los maridos
para que amen a sus esposas como Jesucristo ama a su Iglesia con un
amor generoso, alegre, total y perfecto.
Este es el irreformable, chocante y paradójico, sabio y definitivo plan
que Dios quiere para los hombres y las mujeres. Es ahí en el matrimonio,
en el hogar doméstico donde esencialmente hay que vivir todas las
virtudes cristianas, santificarse y ganar el Cielo sin más rarezas,
extravagancias y malabarismos.
Un hogar cristiano es “Iglesia doméstica”, es una prolongación y una
“manus longa” de la Iglesia universal.