lunes, 16 de diciembre de 2019

DECANOMIA - 126 . ; SAGEN DIE WARHEIT



                               Abendlieder    de  Bach




SAGEN DIE WARHEIT

Así hablan, dicen y cantan los tedescos para “decir la verdad”: Sagen
die Wahrheit… Pero también añaden ante la dureza de la verdad: “Al que diga la verdad regálale un caballo…” para poder huir pronto y veloz.Decimos  nosotros: " Al  decir  las verdades pierde las amistades..."


Para andar y poder convivir es necesaria la norma de la “sinceridad” y de la “verdad”. No se puede poner el “intermitente” indicando para la derecha y salir para la izquierda. No puede haber doblez en la vida. No se puede dar gato por liebre.

Debe haber una conformidad y unidad entre la doctrina y la vida, cuando no vivimos como pensamos, terminamos pensando como vivimos.
Existe una doctrina que procede de Dios —inmutable y universal—
para todos los hombres, en todos los tiempos, de todas las razas y
colores, quizás un poco molesta como la medicina amarga pero cura.

Quizás nos moleste quién la predica, también nos recuerda a este
propósito otro refrán alemán: “Kinder und Narren sagen die Wahrheit…”
los niños y los locos dicen la verdad.

Lo primero que tiene que ser “el hombre” es ser “hombre”, esto es,
tener autenticidad y sinceridad.

Sinceridad es a humildad como felicidad es a fidelidad. Se
intercambian y correlacionan, van intimamente unidas. Humildad
de “humi” es en “tierra”, firme, sólido, es genuino, es sinceridad, es
autenticidad, es en definitiva, verdad.

La sinceridad tiene como opuestos la hipocresía, la fachada, la
mentira, el barniz, la superficialidad, la frivolidad, la falsedad,
la apariencia, la doblez.

La mejor manera de parecer algo, es serlo. El hombre actual no sabe
lo más próximo y cercano a si mismo, resulta un perfecto desconocido.
Prefiere no conocerse por miedo a no gustarse y así se mantiene lejos de
la realidad. Se gasta y desgasta por intentar conocer lo incognoscible,
lo que tiene más lejos: la luna, marte, las galaxias, etc. etc. Pretenden
aprender muchas lenguas para no decir la verdad en ningún idioma.

Cada uno es cada uno. Y ya sabemos como acabó el cuervo que quiso
imitar al águila, se quedó a medio camino-muerta-por inanición.

No vale la mística “ojalatera”: “ojalá yo fuera, ojalá yo naciera, ojalá
yo viviera, ojalá yo tuviera”. La verdad está aquí y ahora —no hay
disculpas— hemos de luchar por hacer la vida viviendo en la verdad.

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