sábado, 14 de diciembre de 2019

DECANOMIA - 98 : MARIDOS Y MUJERES

                         La   donna  e mobile    de  G. Verdi

MARIDOS Y MUJERES

 Es verdaderamente una pena que a estas alturas de civilización y
de historia todavía estemos enzarzados y trampeados discutiendo y
haciendo partido del machismo y feminismo. Toda la palabrería que
termina en “isimo o ismo” suele ser peligrosa y antigua.

 El hombre y la mujer naturalmente e induscutiblemente son iguales y únicos en su especie con idénticos derechos y obligaciones.
  Pero también es verdad en biología que son muy distintos corporal y síquicamente para poder logicamente atraerse y complimentarse.
 Así se habla hoy con tanta hilaridad de la “media naranja” en la calle, en lo coloquial y en los medios de comunicación. También la gramática los coloca como prototipos y cabezas de serie
dentro de la masculinidad y femineidad. Por eso la mujer que no posee
femineidad es un “marimacho” y el hombre sin masculinidad resulta ser
una “damisela”.
 Las diferencias que existen entre el hombre y la mujer —nunca son
fruto de la educación sino que radican y arrancan de la misma naturaleza.
Es verdad que la educación puede agravarlas o rebajarlas.

 Lógicamente el hombre nunca puede dar a luz, fisiologicamente
la mujer está equipada y adornada de unas cualidades propias de la
maternidad. La mujer es más tierna, el hombre es más carnal y la mujer
es más detallista, el hombre se enfrenta con las cosas más globalmente;
la mujer no encuentra placer en el amor físico, sino a través del
amor síquico.

 El hombre y la mujer están hechos para amar y para luchar,
pero preferentemente se le adecúa mejor y se le apropia a la
mujer el amor y al hombre la lucha. La felicidad matrimonial
se consigue no mandando ni el uno ni el otro. Esto exige
santidad y deportividad. La imaginación y la sensibilidad es más
acusada en la mujer. Lo demuestra en el arreglo y decoración del
hogar. Cualquier cosa pequeña la hace feliz o la hace llorar. Cosas que
pueden parecer insignificantes para el hombre, causan gran disgusto
a la mujer. La mujer necesita detalles y delicadezas. La mujer es más
intuitiva, el hombre es más reflexivo.

 En el “milagro del matrimonio” la mujer debe aceptar lo que el
hombre dice y el hombre comprender lo que la mujer quiere decir. El
deseo de agrandar es innato en la mujer. La felicidad matrimonial no
se logra aturdiéndose con fiestas y riquezas sino en el hogar ordenado,
el cariño de los hijos y la paz en el alma de ambos cónyuges. Quizás
durante el noviazgo solo se ven las buenas cualidades de la persona a
quién se ama, después de casados ocurre lo contrario, se olvidan las
buenas cualidades y no se ve más que los defectos. El matrimonio
no es un contrato de servicios sino una comunidad de vida
y amor. Para que un matrimonio vaya bien hace falta la colaboración de
los dos pero para hundirlo basta con uno.

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