Von der Liebe de Bach
GRANDEZA DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
Es verdad que la atrevida osadía de los hombres con estos dos juguetes y elementos tan divertidos y tan distintos “hombre y mujer” siempre pretenden e intentan hacer otras cosas: sexualidad,
pornografías, comercio, etc. etc. pero jamás ningún sistema, política o doctrina tendrá un feliz y largo éxito ni jamás tendrán razón al programar — contra naturam—.
Dios instituyó el matrimonio —unión de hombre y mujer, uno con
una y para siempre— desde el paraiso terrenal- Por eso no creó otros
variopintos elementos en este aspecto pues le bastó y era suficiente esta
perfecta dualidad: hombre y mujer.
El matrimonio es algo muy serio, grande e importante. Cada vez que
los hombres con sus planes se alejan más de esta verdad y realidad, peor
marcha la historia, la sociedad y los individuos. Esta vieja y antiquísima
institución arranca desde el paraiso terrenal. Dios creó al hombre y la
mujer con el encargo de procrear y multiplicarse: “Hombre y mujer los
creó y los bendijo, Dios, diciéndoles: procread y multiplicaos y llenad la
tierra”. (Gen. 1, 27)
Dios instituyó entonces el matrimonio con un fin principal: tener hijos y educarlos. Los hombres no podemos enmendar la plana de Dios impunemente. También tiene el matrimonio un fin secundario: quelos esposos se ayuden entre sí: “No es bueno que el hombre esté solo”. (Gen. 2)
En el tiempo Jesucristo elevó el matrimonio a la dignidad de
Sacramento, algo sagrado y santo por su misma naturaleza
y entre cristianos solo hay un verdadero matrimonio y esto
que parece tan sencillo no admite enmiendas ni pataleos.
Por eso ningún cristiano-católico puede contraer el llamado
“matrimonio civil”. Tal unión no es válida solo es válido el matrimonio-
sacramento contraido en la Iglesia.
Los ministros de este Sacramento son los mismos esposos
contrayentes, pero para que sea válido es necesario celebrarlo ante
testigos y delante del párroco o un delegado suyo.
Dice la sana filosofía: para que una cosa sea lo que es, debe poseer una
esencia, una constitución, unas propiedades que hacen que sea una cosa
es y no otra cosa. La esencia del matrimonio es: la unidad, uno con una
y la indisolubilidad, que es un vínculo conyugal que no puede desatarse
ni romperse jamás, es para siempre.
La sensatez nos recuerda que cualquier realidad a la que le falte una de
estas propiedades será todo: una ceremonia civil, un apareamiento,
un apaño, un plagio, un rejuntamiento, una convivencia, pero nunca
“un matrimonio”.
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