MVI - 0857
DOLOR Y MUERTE
A la humanidad siempre le preocupó y le preocupará el saber el
“por qué”, el origen, la causa del dolor y de la muerte.
No siempre hubo en el mundo mal, dolor y muerte. Al principio
cuando Dios creó al hombre y a la mujer no los creó con mal, con dolor
y con muerte. Fueron precisamente el hombre y la mujer los
protagonistas, los portadores y los más sufridores del mal, del dolor y
de la muerte.
Dios tenía otros planes, tanto el hombre como la mujer en sí
mismos constituían un todo armónico, perfecto y feliz, pero
en plena y nítida libertad, al decir libertad estoy diciendo
falible, quebrantable, rompible, desintegrable y así fué el
hombre falló y con esta falta original cambió el rumbo a toda la
humanidad en la que —ya sí— se experimentaban las primicias y
consecuencias de esta falta una vez perdida la —justicia y santidad— en la
que el hombre y la mujer no conocían el mal, ni el dolor, ni la muerte.
Esta macrotragedia protagonizada personalmente por el cabeza de la
humanidad se transmite a todos los hombres sus descendientes por
generación en el amor con sangre y con dolor.
Después de esta sacudida el hombre quedó como desintegrado en si
mismo y rotas las amarras con su Dios —fuente del bien, de la felicidad y de
la vida—. Esta es la única causa seria de todos los males existentes síquicos
y físicos, por dentro del hombre y por fuera, de los males de la tierra,
del infierno, la tristeza, el mal uso de la libertad, las guerras, las espinas
y los abrojos, el cansancio, la enfermedad, el sudor, el dolor, la muerte.
Luego a lo largo de la historia cada hombre que viene y pasa irá
concretando y protagonizando ese mal, ese dolor y esa muerte —no
necesariamente— sino en límpida, plena y absoluta libertad y por lo
tanto responsable.
Y ahí tenemos en los albores como primicia el primer homicidio
de la historia —Caín mató a su hermano Abel— y luego el fiel
desarrollo y exacto a lo largo toda la humanidad del mal, del dolor,
de la enfermedad y de la muerte como formando parte constitutiva
de la vida. La perpetua enemistad entre el imperio del mal —Satanás
y el imperio del bien—Cristo.- La eterna lucha entre el bien y el
mal. Pero pasadas estas escaramuzas y guerrillas, estas alternativas
de bien y de mal, la última palabra de la historia no será el mal
ni la muerte sino el bien y la vida.
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