Concerto de Bach ( Ein Teil )
TRIPLE DIMENSION DEL TRABAJO
En la dinámica de la salvación de los hombres el trabajo además de ser un instrumento de co-creación ha sido elevado al plano sobrenatural
convirtiéndose en un medio de co-redención. Cristo —Dueño y Señor—
avicinó el penoso trabajo humano al misterio de la cruz y de la redención,
en otras palabras, el trabajo humano viene a ser un medio ordinario de
santificación.
Este es el núcleo central y doctrinal del Concilio Vaticano II y el
nuevo mensaje universal predicado y ofrecido al mundo por el Opus Dei: santificar el trabajo, santificarse en el trabajo y santificar a los demás
con el trabajo. Este es en definitiva el mensaje cristiano y el primer
ejemplo ofrecido al mundo por la trilogía de Nazaret, José el carpintero,
el ama de casa Santa María y Jesús el hijo del carpintero. Cuales son
las rectas motivaciones y únicos objetivos del trabajo en Nazaret…?
Plena conciencia de colaborar con el esfuerzo personal al plan divino
de la redención. Aquel humilde arte santo era un santuario muy grato
al Señor, porque respondía al preciso y claro designio de la voluntad
divina. Indudablemente que cada uno en aquel taller conocía bien su
menester e intentaba responsablemente desarrollarlo siempre con la
mayor perfección, nada de yavalismo —ya vale— y nada de chapucería.
No buscaban ningún otro objetivo personal más que la gloria de Dios, por
eso no ahorraban sacrificio ni empeño ni solicitud, todo le parecía poco
porque deseaban con todas sus fuerzas servir del mejor modo posible al
misterio de la redención de los hombres.
El generoso y elocuente ejemplo de los obreros y trabajadores del
taller de Nazaret nos debía empujar a cumplir con nuestros deberes
profesionales con intensidad, diligencia, espíritu de servicio, con
fidelidad aun en aquellos trabajos en apariencia menos importantes.
Naturalmente que el trabajo humano podemos vivirlo animado en la
fe, esperanza y la caridad que es lo que constituye la “dimensión espiritual
del trabajo” alma y motor de la laboriosa vida cotidiana.
Finalmente en el trabajo humano ordinariamente encontraremos la plataforma para atraer a los otros a un nuevo encuentro y amistad con Dios. Cualquier trabajador y obrero cristiano hijo de Dios— debe poner todo su amor en la cruz de Cristo como vértice de todo lo creado con una vida honesta y santa en medio del ruido de las fábricas y oficinas, en el silencio de las bibliotecas, en las encrucijadas
de las calles, en la tranquilidad de los campos, en la intimidad de la familia, en el ajetreo de la política y de los estadios y en cualquier trabajo humano.